Cartas al cielo

Carta °6: el concepto de la belleza

Casi todos pasamos por una etapa donde necesitamos aceptación incluso en nuestro físico y como una boba carente de auto estima tuve que experimentarlo.

Recuerdo como me enfadaba así no lo demostrara cuando me decían que engordaba y cuando me decían lo delgada que estaba me llenaba de felicidad, ese sube y baja en mi peso me costó muchos días de cama, no me alimentaba bien y por ende mis fuerzas eran nulas. Trataba de encajar en los estándares y así un día conocer un joven como en las historias que me enamoraban pero si lo conocí, solo que no fue como esperaba pero es otra historia que te contare después.

A días de haberte dejado en tu nuevo hogar por llamarlo así, una vecina comento sobre lo difícil que sería cuando te pasaran al losario, al no ser enterrada en la tierra o cremada, tendríamos al cabo de seis años que trasladarte, pensé ese día que para ese momento estaría bien y no me dolería tanto y como una equivocación más a mi lista, estaba errónea.

Tres años de ese momento y cómo encaja lo de la apariencia y tu traslado ya te explicare.

Eras y serás a mis ojos una preciosa dama, con un cuerpo y rostro envidiable, me gustaba como atraías la atención del sexo opuesto sin siquiera vestir prendas provocadoras. Solíamos ir a comer los domingos fuera de casa y con más de 40 años los jóvenes igual te elogiaban. Pero simplemente somos un pedazo de carne y piel que recubre lo realmente valioso que nos compone y son nuestros sentimientos, pensamientos e ideologías.

Esa mañana me sudaba todo, observaba a mi familia y pensaba porque debíamos pasar por aquella desagradable situación. Luego llego el sepulturero, junto a mi hermano, tío y primo se dieron a la tarea de sacar el ataúd y desbaratar lo que quedaba de el para retirar tus restos. Para desgracia de todos, no te habías terminado de deshacer. Tu rostro seguía siendo tu rostro aun con mucha falta de piel, lo mismo tus brazos hasta tu cintura, solo se había deshecho de ahí hacia abajo pero la parte de arriba se podía apreciar que eras tú. Sentí como todos los años de fuerza desaparecían en un segundo, lo peor vino cuando con una hacha te cortaron para que pudieras entrar en la cajita del losario. Corrí a la parte de atrás de donde estaba y me senté apretando mis rodillas, lloraba a mares y tratando de pensar en lo que eras y no en lo que quedaste, fue cuando la realidad me golpeo de manera brutal. Tanta apariencia, tanta belleza, tantos cuidados ¿para qué? Es cierto que hay que cuidarse un poco y no andar desarreglados, pero nos convertimos en vanidad, nos volvemos adictos a siempre vernos bello y encajar en lo que la sociedad ha dictaminado que es correcto, olvidándonos de nuestros valores y esa parte interior que nos hace realmente personas, al verte ese día supe que no somos más que una cubierta y lo valioso está más allá de lo físico. Me dolió ver esa escena y peor aún, cuantos humillan y menosprecian a otros porque según son menos agraciados sabiendo que cuando mueren los gusanos acaban con todo eso, convirtiéndonos en simples huesos y cenizas.

Imagínate que en este momento amo mi figura con gorditos y kilos extras, me cuido por salud, algunos días ando sin maquillaje como otros días sin razón especial me arreglo como si fuera a una gala de miss universo. No voy a ninguno de los extremos y trato de rodearme de personas que me enriquezcan y me valoren tal y como soy.

Tú eras hermosa pero nada se comparaba a la belleza interior que te llenaba y hoy se, que soy hermosa con kilos extras, sin kilos extras, con o sin maquillaje. Porque mi interior logra iluminar este pedazo de envoltura exterior.

Te envió mi amor al cielo.
Con amor, para Isabela.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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