Cartas al cielo

Carta °8: mi dignidad no esta en venta

Tiempo después de cumplir catorce años conocí a quien consideraba mi primer amor, siendo tan joven e inexperta intentaba encontrar el concepto del amor, pero cada persona lo tenía diferente; el ejemplo más cercano fue mi hermano pero él era un caos. Amo a mi hermano es el hombre más importante de mi vida por encima de mi padre pero eso no le quita lo mujeriego.
Él podía tener su novia oficial pero también conservaba "El ganadito Premium" aquellas amigas que conocían de su relación pero no les importaba con tal de salir un fin de semana con todo pago. Con ese ejemplo asumí que ningún hombre era fiel y estaba en su naturaleza ser de varias mujeres, pero dejemos de generalizar. Por uno, simplemente no pueden pagar todos.

Volviendo al tema del susodicho. Al principio era dulce y su familia siempre me trato con amor y respeto sin importar los comentarios en la calle o la reputación que había adquirido por gente mentirosa y manipuladora de la verdad. Todo parecía de cuento; los detalles eran diarios, los mensajes de texto, la manera en que solía tratarme como si no hubiese nada más lindo que yo. Creía haberme enamorado, eso sentía. Pensaba en ti y decía "Él es ese hombre con el cual mi madre estaría encantada" y como los errores parecían cotidianos en esos días, me equivoque nuevamente.

Meses después empezó a cambiar con pequeños detalles. Si no contestaba al segundo se ofuscaba, no podía ir a la tienda sin avisarle, me celaba hasta con mis hermanos e incluso deje de visitar a mi mejor amiga que se radicaba en otra ciudad. Yo pensaba que lo quería, el me aceptaba con todo y el caos de ese instante y siempre que la embarraba llegaba con detalles y yo como boba volvía a caer. Con cada cosa nueva que surgía también prometía cambiar pero empeoraba a tal punto de tacharme de culpable de lo que sucedía, llegue a creer que era cierto lo que él me decía. Suena penosa esta carta pero fui tonta a más no poder. Llegue a cambiar mi forma de vestir, peinarme, me enfrente a todos y todo, me aleje de mis amigos e incluso de lo que realmente era por agradarlo.

Después de un año ya no eran solo pequeñas cosas, pasamos luego a los gritos en la calle, a los jalones de brazo, sin embargo él se había encargado de aplastar mi autoestima e integridad al punto que enserio creía nadie más me querría y con el ejemplo de mujeriego de mi hermano y padre, asumía era natural. Llore por cada infidelidad, llegue a rogarle porque cambiara, lloraba por ti, por mi familia y por él. Quise dejarlo pero sus palabras me convencían; en resumidas me convertí en una dependiente de una relación demasiado toxica, donde me maltrataban bajo la farsa de que me amaban. El maltrato no solo son golpes también son los gritos, las malas frases y peor aún esas que te hacen sentir que no vales nada.

Soporte dos años de todo esto, perdí la cuenta de mis infidelidades y lo deprimida que me sentía. El llego a serme infiel mientras yo me encontraba muy grave en cirugía. Él era un desgraciado pero yo era una masoquista. Como siempre tú estabas en cada paso de mi vida y aunque en ese instante era todo lo contrario a lo que habías forjado en mí, fuiste tú quien me logro devolver al camino.

Faltando dos días para mi graduación, estaba dichosa. Sabía que me graduaría con honores y mi esfuerzo estaba dando frutos. Me encontraba con unas sobrinas políticas tuyas de esas que adquiriste en vida, cuando el me llamo, ese día estaba medianamente de buen humor, le conté que ya tenía mi vestido y zapatos, mi familia estaba muy feliz y con mis amigas nos reuniríamos luego del brindis en nuestras casas para celebrar esa etapa que cerraría. Con su característica actitud se burló de mí y me dijo que ese día me quedaría con él en su casa y veríamos una película porque no deseaba salir, lo más nefasto del asunto fue cuando completo con "y si me desobedeces terminamos" sentí un poco de miedo con lo que dijo, pero continuo con lo mejor que pude escuchar en la relación, "Tu sabes que me amas más de lo que te amas a ti misma, incluso más de lo que amaste a tu mamá”.

Eso me detono, una sonrisa se plasmó en mi rostro y le dije terminamos. Luego fue el quien me busco, lloro y suplico pero jamás regrese a su lado. No te parece gracioso que entre todo el daño que me hacía, esas pequeñas palabras fueron lo suficiente poderosas para hacerme reaccionar.

Yo era hija de una mujer independiente que no le aguanto las infidelidades y barrabasadas a mi padre ni a ningún hombre y yo teniendo ese ejemplo estaba arruinando mi vida siendo tan joven.

Esas palabras quitaron la venda de mis ojos, yo jamás podría amar a nadie más como amaba a mi madre a menos que tuviera un hijo. Y la seguridad de ese miserable ser, basto para que reaccionara. Las personas dirán que perdí valioso tiempo a su lado, pero están más equivocados de lo que yo estuve en el momento. Nadie aprende en zapatos ajenos, nadie aprende por boca de otros, necesitamos experimentar, vivir en carne propia las cosas para ser mejores personas y no tropezar con la piedra dos veces.




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