Cartas al cielo

CAPÍTULO 6

NARRADOR

El silencio se hizo denso, casi sólido, después de la pregunta de Milagros. La luz de la luna dibujaba un poco la silueta imponente del hombre, pero dejaba su rostro en la oscuridad. El hombre se quedó inmóvil, incapaz de responder y no se atrevió a dar un paso.

Milagros no sentía miedo. Su pequeña mano se extendió en la oscuridad.

Para ella, el mundo no estaba hecho de sombras, sino de la fe que la guiaba. Se acercó un poco más, sus pequeños pies descalzos sobre el frío suelo.

Al tocar su mano, sintió el frío de sus anillos y algo diferente. Milagros ladeó la cabeza, observando con atención, pero aun sin ver su rostro.

—Tus ojos…, aunque no los vea bien, sé que me miran como si me conocieras de toda la vida. Lo siento aquí — coloca su otra mano en donde va su corazón—, pero siento como si te conociera. Es raro, como cuando sueño y despierto y no sé si fue verdad o no— dice pensativa pero sus ojos caen en Elsa que se mantiene congelada cubriéndose la boca—, parece que no es un sueño.

El hombre se estremeció y su corazón se encogió por completo. Estaba a punto de dar un paso, de arrodillarse y abrazarla, pero la voz de Serena lo trajo en sí, dio un suave apretón en su pequeña mano sin decir una palabra para irse.

—Cariño… ¿Estás en el baño?

Pero Milagros no respondió. Levantó sus ojitos azules hacia el rostro oscuro del hombre que sentía tan familiar..

Serena salió de la habitación, con la luz tenue del cuarto detrás de ella, y vio a su hija parada en el pasillo. Se acercó y notó una sombra oscura que desaparecía por el final del pasillo, pestaño algunas veces y enfocó más pero no había nada.

—No te preocupes, Serena. Milagros solo quería un vaso de leche. Ya la estaba llevando de vuelta a la cama —dijo Elsa, con la voz temblorosa y agarró su mano, pero Milagros se soltó y la miró, con sus ojos azules fijos en ella.

—Es malo mentir, abuelita.

Elsa se quedó sin habla. El rostro de Serena se cubrió de confusión y caminó hacia Milagros y la abrazó, mirando por encima del hombro a Elsa pero no vio nada.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Por qué tienes esa carita? —preguntó Serena, acariciando la mejilla de su hija.

Milagros escondió su rostro en el cuello de su madre, susurrando con una tristeza que le partió el corazón a Serena.

—Soñé con mi papi…, y ahora, me siento un poquito mal, mami. Quiero ir a la cama.

Esto la preocupó, pero también debía atender a la señora Elsa.

—Señora Elsa, ¿necesita ayuda en algo?

—No, no, cariño. Tranquila, anda con la niña.

Serena asintió y abrazó con fuerza a su pequeña y la llevó de regreso a la cama, sin poder entender por qué su hija de repente se sentía tan triste…

°❀°

La casa volvió a quedar en silencio. Elsa caminó de prisa a la cocina y ahí apoyado en la encimera estaba su nieto, pensativo mirando a través de la ventana que daba al patio de la entrada. Su flecos de su cabello caía sobre sus ojos, mientras masajeaba su frente.

—Abuela, necesito que la lleve a la clínica—susurró—, sus manos estaban frías, y los síntomas de hace unos días me dice que algo no está bien y ahora más con lo que dijo hace un momento.

Elsa lo miró molesta y arrugó la nariz.

—¿Cómo quieres que esté? Parecías un fantasma, cualquiera se pone frío o pierde el color, mijito.

Le dio un manotazo en el brazo, pero sin fuerza.

— Casi me da un infarto cuando la vi salir. ¡Mi nieta es demasiado lista!

—Como su madre… — susurra mientras sus ojos caen en el pasillo.

Elsa asintió lentamente, con los ojos humedecidos.

—Y su padre…, mi niño. Anda, sí. Hablaré con Serena, sabes que no acepta dinero de más cómo pagará la clínica.

—No debe pagar nada, solo que la llevé. Tienen asistencia gratuita es una fundación prestigiosa de la familia Deveraux. Y presta ayuda y atención a muchos niños.

—Entiendo, hijo. Que Dios te cuide— lo abraza y este deja un beso en su coronilla.

Le devolvió el abrazo con un suspiro y le depositó un suave beso en la coronilla.

—Gracias por todo lo que has hecho, abuela. Gracias por amar a mi hija y cuidar de ellas.¿Le entregaste los documentos de Serena?

Elsa le sonrió, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No debes agradecerme nada, cariño. Mañana se los entregó, no te preocupes.

Le dio una suave palmada en la mejilla, un gesto que él sintió como una bendición. El hombre se dio la vuelta, justo antes de salir sin girarse dijo:

—Que busque al Doctor Miller…

Elsa se quedó quieta, no dijo nada. Solo procesaba lo que acababa de escuchar, mientras se limpiaba las lágrimas con emoción y una sonrisa en su rostro.

-------- ≪ °❀° ≫ --------

Esto no se aclara, solo se oscurece más jajaajaj

Nota importante:

Único lazo con LLAMADAS AL CIELO. Es la clínica que fundo Clara la difunta Esposa de Adrián Deveraux.

Y NO, NO DEBEN LEER LA OTRA... AQUI NO TENDREMOS A PERSONAJES DE AQUEL LIBRO. SOLO LOS UNE LA CLÍNICA.

Muchas gracias por leer, amores.




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