Cartas al Destino: El amor que no fue

Capítulo 9: Volver

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Meses después

Valerin bajó del auto con el vestido lavanda ondeando a su alrededor, era hermoso, tan precioso que era todo su estilo y se notaba que su hermana lo escogió con amor para que brillara incluso en su propia boda. La decoración la dejó sin aliento, la boda de su hermana era perfecta. Claro que lo era. Sus pasos resonaron sobre el mármol del patio principal, su madre apenas la vio la envolvió en un abrazo cálido.

—Mi pequeña, te extrañe, llegas tarde, ya la ceremonia terminó. —No había dado la noticia, estaría en Florencia siempre, no solo era el trabajo, sino su gente amable, buen café y la paz que encontró en esas calles que fueron testigos de ese amor que no fue.

—Madre, trabajo demasiado…

—Sí, necesitas un marido y un par de hijos. —Las palabras de su madre rompieron su sonrisa, le reprochaba.

—Mamá algunas mujeres nacen para casarse y tener hijos, otras simplemente no, yo formo parte de ese “NO” —Y fueron interrumpidas, ahí estaba ella: su hermana. Radiante, hermosa, panzona y feliz.

Al verla, Val sonrió, una sonrisa que dolía, pero era honesta, porque la amaba. Porque había prometido amarla más que a nadie. —Val, llegaste… —su hermana la abrazó sin sospechar nada, con ese brillo inocente de quien jamás conoció la traición del corazón.

—No me perdería esto por nada —respondió Valerin, mientras tragaba su verdad como un amargo veneno. —Lamento llegar tarde… —Se sintió avergonzada.

—Te esperé, pero el juez no pudo esperar por más tiempo… —Ella aguardo en el coche por mucho tiempo.

—¿No lo arruine verdad? —preguntó con preocupación.

—No, por favor Val, tú nunca arruinarías mi vida, sé que no fue tu intención, he guardado cada nota de prensa, tu trabajo es destacado y estoy orgullosa.

—De qué sirve eso, si ni tiempo para la familia tiene. —Su madre reprocho haciendo que su pecho se apretará mucho más, ansiaba vomitar y entonces lo vio. Diego; el esposo de su hermana y el padre de su sobrino, su madre buscó con la mirada, y él miró a Valerin como si no existiera nadie más. Val desvió la vista, pero él llegó.

Trago grueso. —Felicidades, que sean felices. —Busco un sobre. —Mi regalo de boda y el otro del bebé.

No podía permitirse temblar, ella no era la protagonista, era la madrina y la dama de honor, aunque llegó tarde, eso anulaba ese nombramiento, se convirtió en una sombra innecesaria.

—Gracias, pero no te hubieras molestado. —dijo Diego sin dejar de verla y su madre fue quien rompió la tensión.

—Val, soluciona todo con dinero, la ausencia y su propia frialdad. —Valerin la miro.

—Mamá deja a Val, cada quien lucha y disfruta sus logros a su forma, yo sí estoy orgullosa de mi hermana y no es fría, solo está centrada en su trabajo, tendrá tiempo para todo, no la juzgues. —Camila fue directa.

—Ven, debes estar a mi lado. —Sujeto a Diego y a su hermana, quería que la tierra se la tragara y se sintió asfixiada, quería morirse, su madre la continuaba viendo raro.

Reprodujeron el video especial y las palabras “amor eterno” retumbaron en sus oídos, mientras todos aplaudían el beso de los recién casados, ella sintió que algo en su interior se rompía de manera definitiva.

—Ya vuelvo… —Dijo levantándose de su lugar, sujeto una copa y camino hacia el cuarto de baño, se obligó a humedecer su rostro, bebio media copa, se sintio exagerada, soló fuero unas malditas conversaciones, nada más ¿Por qué le dolia tanto? Además, estaba teniendo un ataque de pánico, sentía que el lugar se achicaba, pero sintió un par de uñas clavarse en su brazo.

—Eres una envidiosa ¿Acaso te metiste en la cama con el esposo de tu hermana? —Estaba por perder el conocimiento, no haber comido lo suficiente le estaba pasando factura.

Ella bajó la mirada, las lágrimas le quemaban los ojos, pero no caían. —Mamá no… respiro. —Insistió, pero vio un odio que jamás había percibido en su propia madre.

—Mentirosa… ¿Lo hiciste? —Ella negó y entonces sujetó su rostro, Valerin se sentía débil y al punto del colapso.

—¡No! —negó con la cabeza, mientras las lágrimas le ardían bajo los párpados, pero no caían. Valerin se sintió débil y mareada.

—Camila ha sufrido mucho y lo sabes. —Lo sabía pero ¿Que había de ella? Nadie vió su tristeza, el dolor de haber perdido todo y nada al mismo tiempo. —Está siendo feliz y tu no le arruinarás eso ¿Ya se conocían? ¡Dime maldita sea! —Ella estaba al borde del colapso, todo le daba vueltas y por primera vez, deseó no haber regresado jamás.

Su pecho le dolía y sus ojos se cerraron. La imagen de su madre se desvaneció, todo fue silencio y cayó en un abismo frío. Su cuerpo impactó las baldosas de cuarto de baño y su madre no pudo sujetarla, la copa aún medio llena resbaló de su mano y el hermoso vestido lavanda se extendió a su alrededor como una flor rota.

El murmullo de su madre se convirtió en gritos de desesperación, le reprocho e incluso no le creyó, pero allí estaba ella tirada en un piso frío.

—¡Valerin! —La voz de Camila fue la primera que se escuchó venía a buscarla, pues vio a su madre caminar detrás de Valerin y pensó que le reprochar su ausencia, grito desesperada, dejando atrás la sonrisa de recién casada, aunque su madre quiso impedirlo




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