Te amé sin prisa, sin ruido, sin redes,
con cartas que el viento guardó entre sus pliegues.
Te amé en la forma en que amaban los viejos:
con miradas largas y los sueños parejos.
No hubo emojis, ni fotos urgentes,
solo flores secas en libros silentes.
Te esperé bajo el mismo farol cada día,
sin saber si venías… o si era poesía.
Te escribí poemas con tinta mojada,
y doblé cada verso como si fuera nada.
Pero eran promesas, eran mi verdad:
te amaba en silencio, con sinceridad.
Tomé tu mano como quien toma el cielo,
sin apretar fuerte, temiendo el desvelo.
Y bailamos valses en patios antiguos,
con los pies descalzos… y el alma en suspiros.
No necesito un “para siempre” moderno,
solo un “aquí estoy” en el frío y el invierno.
Porque si algo aprendí de este amor tan sincero
es que el tiempo no existe… si el amor es verdadero.
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Editado: 19.04.2025