Te busqué entre siglos rotos,
con el alma abierta y la carne dormida.
Te soñé con otros nombres,
pero tu voz…
tu voz siempre fue la misma.
He muerto mil veces desde que te perdí,
y aun así, te espero.
En cada sombra, en cada espejo,
en cada cuerpo que no es el tuyo.
Nos prometimos en la sangre
lo que la vida no supo sostener.
Y aunque el mundo se disfraza de modernidad,
a ti te reconocería aun con los ojos cerrados.
No importa la época,
ni la forma que vistas,
ni el nombre que lleves…
yo sabré que eres tú.
Porque mi amor no necesita de presente,
ni de carne, ni de permiso.
Es un conjuro.
Una maldición dulce.
Un eco grabado en cada una de mis eternidades.
Y si esta vez tampoco podemos tenernos,
que así sea.
Porque te amaré en cada muerte.
Te buscaré en cada renacer.
Y cuando el mundo ya no exista,
aun entonces…
te amaré.
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Editado: 30.10.2025