Un ángel cayó y no por castigo,
sino por amor, por buscar mi abrigo.
Yo, demonio sin redención ni paz,
hallé en su luz lo que el fuego jamás.
Éramos lo que nunca debió ser,
una caricia entre lo puro y lo impuro,
pero en su mirada no hubo deber,
sólo deseo… eterno, oscuro.
Burlamos las leyes del cielo sellado,
del infierno que todo lo ha condenado.
Se amaron las alas que juraron guerra,
y en ese amor, tembló la tierra.
Dicen que fue su perdición,
que mi tacto es ruina, tentación…
Pero él me amó sin temer el castigo,
y yo… yo ardí por siempre en su abrigo.
Fuimos el beso que el cosmos negó,
la grieta en la gloria, el pecado que amó.
Y aunque mil mundos quieran separarnos,
el cielo y el infierno volverán a encontrarnos.
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Editado: 19.04.2025