No podíamos amarnos,
y sin embargo,
lo hicimos.
Con la piel muda,
con las miradas largas
y el miedo escondido bajo la lengua.
Tú, con siglos en tus hombros.
Yo, con la infancia aún temblando en los ojos.
Tan distintos.
Tan iguales en la oscuridad.
Tu voz era un idioma
que mi cuerpo entendía sin aprender.
Mis labios,
una frontera que cruzaste
sin pasaporte ni permiso.
Fuimos el error más hermoso
de una época que no nos quiso.
Fuimos el secreto
que la historia olvidó a propósito.
Y aunque no llevas mi nombre,
aunque tu cultura me niegue,
sé que, en el rincón más hondo de tu alma,
sigo siendo
la pequeña revolución
que te cambió para siempre.
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Editado: 19.04.2025