Te he visto danzar con la eternidad, tan impasible, tan cruelmente bello. Tu piel no conoce el paso del tiempo, pero tus ojos… tus ojos sí saben del dolor.
Cuando me hablas, el mundo calla. Y cuando me tocas, temo perder el alma. Porque tú no besas —posees—, no miras —devoras—, y aun así, me hallo dispuesta a ser tu ruina.
Dios me ha negado su perdón muchas veces, pero si el castigo es tu abrazo, entonces que el cielo me olvide.
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