Si alguna vez estas palabras te encuentran, entonces sabrás que no hay regreso para mí. He amado demasiado, he pecado demasiado, y la belleza que me sostuvo se ha vuelto cárcel.
Te miro y deseo ser digno de ti, pero no puedo. Cada instante a tu lado es un veneno dulce, una melodía que me desgarra y me devora.
El retrato… lo destruí. Con él he destruido lo que quedaba de mi alma.
No quiero que me busques. No quiero que mi sombra manche tus días.
Recuerda mis palabras no como lamento, sino como un pacto: si alguna vez miras al abismo y sientes que tus latidos tiemblan, piensa en mí, y sabrás que amar puede ser también condena.
Mi último suspiro será tu nombre. Mi último pecado… ser tuyo, aunque nunca me hayas tenido.
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