Pasaron obviamente las horas de las prácticas de baloncesto, desde luego Aioria no pudo quedarse allí más tiempo, ya habiendo escuchado lo que escuchó…
Que una persona ajena le esté escribiendo una carta, es simplemente inconcebible para él…
¿Por qué están usando su misma técnica?
Está bien, que no es valiente, que está intentando hacer su mayor esfuerzo, con la timidez que presenta, pues… Quiere decirle sus sentimientos, pero ni le habla mucho, apenas lo necesario y si llegara de la nada diciéndole que la ama desde el primer día que la vio, la va asustar.
Primero que nada debe tranquilizarse, intentara encontrar una solución o bueno hablarlo con alguien, para un concejo.
¿Tal vez la persona que es su amigo?
Alguien que sin duda le daría un concejo, hacer todo lo posible para una declaración sincera, honesta, capaz de ayudarlo a que pueda decir que ama a esa joven.
Pero no lo haría, no aun… Sino hasta que se sienta capaz de hablarle de frente, decirle que la quiere… Pero eso no es ahora...
Debe comprender que está ocurriendo.
---Casa de Aioria---
-¡¡¡¿QUIÉN FUE EL DESGRACIADO QUE LE ESCRIBIÓ UNA CARTA A MARIN?!!!- Sigue estando molestó, ofuscado por que una persona este mandándole cartas a su hermosa peli rojiza.
-Aparte de ti, no se me ocurre nadie más- El pelicerúleo, sonriente, aunque algo cansado pues había estado entrenando natación durante tantas horas en la tarde, que fue casi sacado al momento de estar vestido, por este castaño.
-¡¡¡¿ACASO NO ESCUCHASTE?!!!- Aprieta la mandíbula, igualmente sus puños, y sus ojos verdes oscuros se posicionan en el pelicerúleo -¡¡¡ALGUIEN LE ESCRIBIÓ A MARIN!!! ¡¡¡SI NO FUI YO!!! ¡¡¡¿QUIÉN?!!!- Los celos se presentan, a la vez que el miedo de creer que alguien más esté interesado en ella.
-¿Qué tiene de raro?- Pregunta, aunque se hace un poco para atrás, estando sentado en el suelo sobre aquella alfombra que tiene un dibujo de león. Le da cierto miedo el semblante del otro, pero lo comprende -¿Qué ella no tiene un club de fans?-
-¡¡¡SI!!! ¡¡¡LO SÉ, PERO…!!!- Se detiene de inmediato a analizar lo que está diciendo y haciendo.
-¿Temes que se hagan pasa por ti?- Alza la ceja, mirándolo atento, con una pequeña sonrisa.
-Ni siquiera lo había pensado- Sus ojos se contraen, apretando sus puños y ahora demostrando estar más aturdido por pensar en eso –Solo creí… Que…- Baja su cabeza, dejándose caer sobre su casa, cubriéndose el rostro -¡¡¡¿QUÉ ES LO QUE PASA?!!!-
-Ja, ja, ja, ja, ay, Aioria… Estas bien mal de la cabeza- Comienza la burla de inmediato, pues esto la causa gracia.
Sin duda dos adolescentes, platicando de algo tan absurdo como celos, confusión y muchas cosas que apenas van descubriendo.
Suspira, cruzado de brazos por encima de la cabeza -¿Qué sentirías si alguien estuviera mandándole cartas, regalos o diciéndole cosas bonitas a tu novio, Camus?-
-¡¡¡MATARÍA AL DESGRACIADO!!!- Su forma de respuesta es rápida, poniéndose de pie, frunciendo el ceño, casi echando humo por las orejas, para encarar al que esta recostado en la cama.
-¿Ahora me entiendes?- Le dice, también con un gesto de pocos amigos.
Milo, comprende el juego, se siente furioso por solo imaginar eso, ponerse empático con su amigo en este sentido.
Si, pudo ponerse en sus zapatos en esta ocasión, pero la cosa es que no es lo mismo…
-Si- Su tono agresivo también se presenta, por la molestia de lo que le ha planteado, aunque rápidamente lo ignora, para volver a sentarse en la alfombra y comienza a aprender la consola del otro, como si fuera su casa –Pero la diferencia es que Camus es mi novio y tú eres tan cobarde que no le has dicho nada a Marin y por lo cual no tienes derecho sobre ella- Le dice, mientras toma un control, mientras selecciona alguno de los juegos cargados.
-¡¡¡OYE!!!- Alza su voz, levantándose de la cama, de forma ágil, aunque su enojo no pudo continuar pues cayo en cuenta se esta realidad.
No supo cómo abrir la boca ahora, solo bajo la mirada, con el ceño fruncido, entendiendo que tiene razón.
-Aioria, gato asustadizo…- Le dice en un son de burla y a la vez de ignorarlo, pues está enojado de solo imaginar que alguien estuviera a hacer algo así con su cubito, que le rompería los brazos a quien fuera –Ya tienes algún tiempo mandándole cartas, bien podrías ya hablar con ella, hacer una verdadera amistad y… Declarártele-
-No es fácil- Le responde, ahora sentado en la orilla de su lecho, dejando colgado los pies, dirigiendo su vista hacia algún punto del suelo.
-Bueno… Repítelo eso, cuando ella tenga una pareja y no puedas estar con ella, por tu absurda cobardía- Le replica, ya poniendo un videojuego seleccionado y ahora si descansar de sus prácticas, después de haber sido tan cruel con su mejor amigo –Tal vez eso te ayude-
Enojado, odiando lo que Milo le ha dicho, sabe y comprende perfectamente que tiene razón, si no es capaz de ser decidido en lo que desea, en al menos acercarse a la chica, no puede hacer mucho en estas condiciones.
Baja la mirada, apretando sus sabanas, igualmente que su mandíbula, pensando en que debería hacer.
Ya que es cierto…
Sea quien sea que le ha dejado esas cartas a Marin, es claro que lo hizo por una razón, un interés en la chica…
Cabe la posibilidad de que alguien se esté haciendo pasar por él, pero tendrían que saber que es él quién le dejo las primeras, y fuera del pelicerúleo nadie más sabe hasta donde conoce…
Entonces, lo más factible es, que sin duda, alguno de sus admiradores deseo pasar a otro nivel…
¿Sera que otra persona tímida, quiere confesarse con la jovencita?
El capitán de Karate, sabe perfectamente que con esto será difícil competir…
Es un peso que no debería estar teniendo, tiene un plan que solo él conocía, demasiado rebuscado, tonto… Pero en su mente parece funcionar o al menos eso espera….
Solo quería lograr capturar ese corazón, el de ella… Hasta estar seguro que podría estar de verdad interesado, hablarle y luego revelarse que es él de las cartas.
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Editado: 09.12.2025