Tarde. Otra vez tarde. Mi mejor amigo, Nicolás, me saluda desde el otro lado de la sala, creo que quiere que me vaya a sentar con él, cosa que acepto.
Matemáticasss. Uffff. ¿Quién las aguanta? Pues yo no. El año pasado me ENCANTABAN. Pero ya no, con la profesora esta, no. Este año voy a aceptar que estoy más irritable, no aguanto a nadie. Sólo un año más, sólo uno, y todo se arreglará, yo lo sé..
Mi amiga, Ambar, me tira un avioncito desde el otro lado del aula, pero el tiro falla y le pega a la maestra en la cabeza. Genial, preceptoria, lo que me faltaba.
Una queja más en el cuaderno. A la pendeja en el recreo la mato, TE JURO QUE LA MATO.
Nico se la pasa dibujando pitos en el pupitre. Dioosss
Ahora se puso a revolotear mi pelo y a sonreírme. ¿Quién lo entiende?
Me encuentro en el micro, directo a mi casa. Los chicos no paran de gritar, a veces me dan ganas de tirarle piedras para que se callen. Si tan solo se escucharan sus gritos de niñita.
Al fiiiin. Mi hogar. Tengo una banda de tarea para hacer. A que seguro los profesores se están rascando, en sus casas, tranquilos.
Ésta tarea de matemáticas que solo la entiende Dios, tengo 14 añossss no 18!!
Oh! Me acaba de mandar un mensaje Nico, veré que dice. “¿Vas a ir a la fiesta de Ludmila?” Fiesta? No me han invitado a ninguna
¡¡L!!