Recuerdo lo mucho que fui feliz cuando estabas vivo, cuando vivíamos tranquilamente. Recuerdo la alegría que me causaba el verte llegar a la casa y jugar con nuestra hija… parecías tan sincero.
Pero…pero… ¡maldito y mil veces maldito! Tuviste el descaro de hacerme creer que me eras incondicional, de que me adorabas.
La culpa también fue mía, pues cuando ese hombre, que ahora debe hallarse en el mismísimo infierno, dijo lo que yo creí como una infidelidad tuya y de mi madre, la tristeza y el dolor azotaron mi corazón, que se tiño de gris… pues a pesar de todo te amaba… te amaba incluso cuando volví a NUESTRO hogar y te maté con un cuchillo, de la misma forma que amaba a nuestra hija cuando acabé con su llanto de sufrimiento por la pérdida de su padre…
¡Recuerdo, el maldito, momento! En que mi madre me dijo que todo era mentira, ¡que era una farsa! Intenté quitarme la vida, pero ella no me lo permitió, me maldijo y llorando hui al llano, el único lugar lo suficientemente amplio como para que mis sollozos nunca volvieran a mi…
Dejé en el porche donde se guindaban los chinchorros un recuerdo para esa mujer, pero ella no se atrevió a abrir la carta, lo supe cuando el fuego alumbro la noche por la cual ella misma me condenó a vagar.
En donde busco aquella alegría que me fue quitada… a nuestra niña… a todo pobre niño solo en la calle por la noche… aquellos que huyen al llano sin padres… ¡HAY MIS HIJOS!
… ¿Sabes
quién soy?