Volaba tranquilamente y como de costumbre llegué a aquel patio que parecía sacado del país de las maravillas, pues estaba lleno de árboles y flores de diferentes colores. Con cuidado di varias vueltas sobre aquel lugar. Hasta que decidí descender en un árbol desde donde vi a esa mujer que siempre se sentaba junto a las rosas.
Se veía tan bonita con ese vestido dorado. Pite encantado por verla sonreír al leer lo que yo creía era un libro. Volteo hacia donde estaba y me sonrió. Vi que levanto un papel y de repente su expresión cambio. Pareció pensarlo, pero ella no se atrevió a abrir la carta y la puso de nuevo en su lugar. Suavemente me acerqué y le comencé a cantar la canción que sabía la hacía feliz.
Extendió una mano y por primera vez me pare en esta, viendo con curiosidad a la bonita mujer y sus encantadores ojos.
El cielo se nublo y llego un hombre que asustó a la mujer pues esta se levantó sobresaltada, pero yo no pude entender por qué. Una tormenta se desato repentinamente y una fuerte corriente de viento me alejo del lugar. Volé a duras penas desorientado dejando atrás a la mujer y al hombre que peleaban sin prestarme atención.
Cuando desperté me encontraba en el interior de una jaula dorada, del mismo color que el vestido de la mujer…
De repente entendí.
Ya nunca más volvería al jardín de las maravillas o al cielo azul.