Lágrimas caen iracundas por mis mejillas, mientras veo como el infeliz al que había estado obligada a llamar papá, ahora se encontraba 30 metros bajo tierra y miles de personas “lamentaban” su muerte.
Muchas de ellas creerán que mi llanto es de tristeza, pero es de coraje pues por su culpa yo había quedado marcada de por vida desde que se le ocurrió venderme para conseguir droga, lo que él no sabía es que mi hermana lograría salvarme… pero eso la condeno a ella y a él.
Luego del entierro, un hombre se me acercó diciendo que él había dejado negocios pendientes y era mi deber decidir qué hacer con ellos.
—Simple, si es una propiedad véndala, si es algo comercial denúncielo con la policía.
—Está bien, pero también le dejo esto —Mostrando una carta
“Lamento todo por lo que te hice pasar, pero sé qué nunca podrás olvidar y espero que tampoco se te haya olvidado esto: ¿cuál era el lugar favorito de tu prima? “
Y gracias a eso ahora me encuentro frente a una inmensa mansión en el campo.
En el sobre había también la foto de un árbol y resulto ser que esa era la llave que permitía abrir las grandes puertas de roble.
Pase una noche en el lugar, siendo atormentada por los recuerdos.
Y la noche siguiente las llamas consumían la morada mientras yo me iba, dejando que el azul oscuro de la noche se tragará el último recuerdo de mi infancia.