Vagué por los estantes con un claro signo de aburrimiento. ¿Qué clase de loco era su mejor amigo que lo obligaba a ir a ese lugar? Cabe decir que nunca en su “santa” vida había pisado una biblioteca, pero si tenía una vaga idea de cómo estaba organizada de seguro… ¡Bingo!
Sonreí arrogante al encontrar el libro que buscaba escuchando algunos murmullos de las chicas que estaban sentadas en unas mesas a mi espalda. Sin prestarles mucha atención tomé el libro buscando sin cuidado la información por la que estaba ahí en primer lugar…
>>Mío, Mía
Determinante/pronombre posesivo
Ejem: "Juan es amigo mío; esta raqueta es la mía"
Se usa siempre en posición posterior al nombre: amor mío, casa mía, padre mío. Si se coloca delante del nombre, se apocopa en mi: mi amor, mi casa, mi padre.
Categoría gramatical: 3ª persona singular del pretérito perfecto de indicativo, interjección…
Y bla, bla, bla. Tsk, que ridiculez. Definitivamente le iba a dar unos buenos coscorrones a su amigo cuando lo viera, hacerlo venir a ese lugar solo para buscar esa definición, keh.
Podría estar haciendo cualquier cosa más relevante que estar en esa biblioteca.
—Disculpe señor ¿se va a llevar ese libro? —Una voz lo sacó de sus pensamientos, tan ensimismado estaba que ni cuenta se había dado de que había llegado hasta la puerta. Se giró en redondo para ver quién le había hablado y vio a una señora de cabello marrón claro, casi llegando a amarillo, detrás de un escritorio. Mientras se acercaba al lugar no pudo evitar hacer una mueca al ver su atuendo, o por lo menos lo que asomaba desde su lugar. Cabello recogido rígidamente en la cima de su cabeza en un moño y una camisa blanca de manga larga con un blazer gris sobre esta.
—Usted no es precisamente un modelo de Armani ¿sabe? —pronunció secamente la mujer al darse cuenta de la inspección del hombre, pero mayor mentira no pudo haber dicho. De hecho, sí parecía salido de alguna revista de Calvin Klein o Hugo Boss ¡Era una mole gigante! Y no por eso perdía cierta aura de sensualidad, misticismo y elegancia que lo envolvía de manera hipnotizante. Aunque claro, no dejó que se reflejará en su semblante, su actitud ya era suficiente como para tumbar la imagen de guerrero griego.
— ¿Cómo dice? —interrogó confundido el hombre de 30 años al escucharla.
— ¿A parte de descarado, sordo? Ahh… ¿Desea llevarse el libro? —inquirió suavemente la chica un poco más calmada. Ella no era una persona que se caracterizara por ser agresiva con los demás, pero ciertamente había casos de casos. Pero, en fin, no tardo mucho tiempo para que volviera a retomar su personalidad de siempre.
El hombre no sabía muy bien cómo reaccionar ante la actitud de la chica, pues ahora que la veía bien no debía pasar los 25 años, y de cerca no parecía tan rígida como la había visto en primer lugar…
—Ahm, ¿señor? —repitió.
— ¿Eh? Ah, sí —reaccionó pasándole el libro para que ella lo registrara en una computadora y mientras, aprovechó para analizarla mejor.
—Debería tratar de ser más discreto, uno de estos días podría causarle problemas —señaló con una sonrisa divertida la chica una vez que terminó y descubrió al hombre mirándola profundamente.
—Eh… si, disculpe no fue mi intención —respondió el chico con el ceño fruncido por la actitud tan rara de la mujer.
—Que simplemente no me quede embobada viéndolo no significa que sea rara —dijo la chica levantando una ceja, divirtiéndose de lo lindo al ver el desconcierto del chico. Con una pequeña risa se dio la vuelta y siguió trabajando por lo que no sintió cuando el hombre se fue, cabe decir que, algunos minutos más tarde de lo prudente…
Caminaba en dirección a la salida con el diccionario debajo del brazo y sin poder evitarlo se giró antes de salir para ver nuevamente a la bibliotecaria y se encontró con que hablaba con un niño…
Levantó una de sus cejas entre tanto una sonrisa depredadora surgía en su boca ocasionando que unas chicas que iban entrando chillarán al verlo. Parece que había encontrado una nueva definición para la palabra Mío y vaya que planeaba aprovecharla.