Cartas de medianoche en París

Chapitre 6 : "Lettres Entre Nous" ✉️?

La rutina de Elena en la floristería nunca cambió, pero algo sí lo hacía: la constante expectativa de recibir cartas de Daniel. Después del encuentro en el café, él había comenzado a enviarle pequeñas cartas que ella guardaba con esmero, las cuales le llegaban por correo, escritas a mano con su caligrafía elegante y cuidadosamente adornadas con pequeños detalles. Para Elena, esas cartas se habían convertido en un ritual que esperaba con ansias.

Era una tarde tranquila, con el sol colándose suavemente por las ventanas de la tienda mientras Elena acomodaba unas rosas frescas. El sonido de la campanita sobre la puerta le indicó que alguien había entrado, y al levantar la vista, se encontró con Daniel, con una sonrisa tan cálida como siempre.

"Bonsoir, Mademoiselle," dijo, su voz suave pero llena de confianza, como si el tiempo que habían pasado juntos fuera suficiente para que su relación tomara una forma más natural.

"Bonsoir, Daniel," respondió Elena, sintiendo un calor en el pecho cada vez que escuchaba su voz. "¿Hoy vienes con más sorpresas?"

Daniel sonrió, acercándose a la mesa donde Elena trabajaba. "Solo traigo lo que sé que te gusta."

Sacó de su bolsillo un sobre con una escritura cuidada en el exterior, su nombre, "Elena", escrito con tinta negra, casi como una promesa. Sin decir nada más, lo entregó a Elena, quien lo recibió con una sonrisa.

"Merci," dijo ella, sin poder evitar sentirse emocionada por cada palabra que contenía esa carta. "Gracias, Daniel."

Él hizo un pequeño gesto con la mano, como restando importancia a su generosidad, pero sus ojos reflejaban la misma calidez que había en su voz.

"Siempre me ha gustado escribir," dijo él mientras se sentaba en la silla frente a ella, el sonido suave de la lluvia comenzando nuevamente a escucharse fuera del establecimiento. "Y estas cartas... me permiten decirte cosas que a veces siento que no puedo en persona."

Elena lo miró con una mezcla de curiosidad y algo más que aún no quería reconocer. "¿Y qué es lo que no puedes decirme en persona?"

Daniel sonrió, un poco nervioso, pero su mirada era sincera. "Que... me encantas, Elena. Desde que te vi en la floristería, algo cambió en mí. Y quiero que sepas que cada palabra que escribo, cada carta que te envío, está pensada solo para ti."

El corazón de Elena dio un vuelco, pero en lugar de responder de inmediato, tomó la carta con sus manos y comenzó a leer, disfrutando cada palabra, cada trazo de tinta que parecía pertenecer a ella.

Las primeras líneas hablaban sobre las flores que ella cuidaba con tanto esmero. Hablaba sobre cómo el aroma de las flores la rodeaba, cómo su presencia iluminaba cualquier habitación. Luego, el tono de la carta cambiaba, pasando a algo más personal, a una reflexión más profunda sobre los sentimientos que Daniel había comenzado a descubrir en él.

"...Y aunque las palabras nunca parecen ser suficientes, espero que estas puedan acercarte a lo que realmente siento. No sé si tú sientes lo mismo, pero es difícil ignorar lo que está creciendo entre nosotros, como una flor que, lentamente, empieza a florecer. No quiero apresurarnos, solo quiero que lo sepas."

Elena terminó de leer la carta y levantó la vista. En sus ojos brillaba algo más que simple gratitud, algo que se acercaba más al deseo, pero también al miedo. "Daniel, yo..." comenzó a decir, pero no encontró las palabras adecuadas.

"No tienes que decir nada," interrumpió él, su tono más suave de lo que había sido antes. "Solo quiero que sepas que me importa. Y aunque no tenga respuesta hoy, cada día espero que sepas que no busco apresurar nada. Estoy aquí, si alguna vez decides que también quieres explorar esto."

Elena sintió un nudo en el estómago. La dulzura de Daniel, su paciencia, todo lo que él representaba, la hacía sentir como si se estuviera parando en un borde, entre el amor que podría ser y el miedo que la retenía.

"Je... je suis désolée," dijo, sus ojos mirando el sobre vacío entre ellos. "Es solo que tengo miedo. No sé si estoy lista para esto."

Daniel la observó en silencio por un momento, entendiendo lo que no decía, y luego sonrió con suavidad. "No tienes que disculparte. El miedo es parte de todo esto. Lo importante es que no huyas de lo que sientes, y que no dejes que el miedo decida por ti."

Elena lo miró, y por primera vez, algo dentro de ella pareció relajarse. Quizá era la calidez de su voz, o tal vez el hecho de que él no estaba presionando. Solo estaba ahí, siendo él mismo, con toda su sinceridad.

"Prometeme algo," dijo ella, mirando sus ojos, tan llenos de comprensión. "Que no me harás sentir que debo tomar decisiones apresuradas. Que irás a mi ritmo, no al tuyo."

"Te lo prometo," respondió Daniel, con una firmeza que calmó sus temores. "Iré tan despacio como lo necesites. Y si un día decides que no quieres continuar, lo entenderé."

Elena asintió lentamente, agradecida por sus palabras, por su paciencia. Y por un momento, todo el miedo y la incertidumbre se disolvieron. En su lugar, quedaba una sensación de calma, de confianza en lo que estaba empezando a nacer entre ellos.

"Entonces," dijo, su voz suave, pero llena de algo más, "seguiré escribiendo a través de las cartas."

"Y yo estaré esperando cada una," respondió Daniel con una sonrisa, un brillo en sus ojos que no dejaba duda de lo que sentía por ella.




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