El otoño se desvanecía en París, dando paso a un invierno que llegaba con sus heladas mañanas y cielos grises. La ciudad comenzaba a prepararse para las festividades de fin de año, pero para Elena, esas celebraciones ya no tenían el mismo sabor. A pesar de la belleza de las luces que adornaban las calles y las vitrinas llenas de regalos, algo en su interior se sentía inquieto.
Las cartas de Daniel seguían llegando, cada vez más sinceras, pero con un toque de desesperación. Él parecía tan seguro, tan lleno de la esperanza de que algo entre ellos podía florecer. Pero Elena no podía evitar sentirse atrapada entre sus sentimientos y sus miedos. La idea de abrir su corazón a alguien después de tanto tiempo sin hacerlo era aterradora. Había pasado tanto tiempo construyendo una vida tranquila, rodeada de flores y soledad, que la perspectiva de algo más la hacía dudar.
La floristería seguía siendo su refugio, el único lugar donde se sentía realmente en control de su vida. Pero incluso allí, los pensamientos sobre Daniel comenzaban a colarse. Había días en los que se preguntaba si realmente lo quería, o si simplemente era el miedo a estar sola lo que la empujaba a considerar la idea de estar con él.
Una tarde, mientras organizaba un ramo de lirios y rosas rojas, la campanita sobre la puerta sonó suavemente, anunciando la llegada de alguien. Elena levantó la vista y, por un instante, pensó que era Daniel. Pero, al ver al hombre que entraba, se dio cuenta de que no era él.
Era Jean, un hombre mayor que solía venir a comprar flores para su esposa. A Elena le agradaba, y aunque su relación con él no era cercana, su presencia siempre aportaba un aire de tranquilidad a la tienda.
"Bonjour, Mademoiselle Elena," dijo Jean con su sonrisa amable. "Hoy he venido por algo muy especial."
Elena sonrió mientras dejaba a un lado el ramo que estaba preparando. "¿Algo especial? ¿Qué flores busca hoy, Monsieur Jean?"
"Es para mi esposa," respondió él con una mirada pensativa. "Es nuestro aniversario, y siempre le llevo rosas rojas, pero este año quiero algo diferente. Algo que le diga lo que siento, algo que hable del amor que nunca muere."
Elena asintió, movida por las palabras de Jean. Sin saberlo, él había tocado una fibra sensible dentro de ella. "Las rosas son bellas, pero si busca algo diferente, ¿qué tal un ramo de lirios blancos? Son delicados y hablan de pureza, de un amor sincero."
Jean la miró pensativo, y luego sonrió. "Eso suena perfecto. El amor verdadero nunca necesita ser ruidoso, ¿verdad?"
"Exactamente," dijo Elena, mientras comenzaba a preparar el ramo. "A veces, los sentimientos más profundos son los que no necesitan palabras."
Mientras Elena trabajaba, sus pensamientos se deslizaban de nuevo hacia Daniel. ¿Qué sentía realmente por él? ¿Era este miedo que sentía solo una excusa para no enfrentar lo que su corazón deseaba? Elena sabía que estaba corriendo, pero no entendía por qué.
Elena terminó el ramo y lo entregó a Jean, quien le agradeció con una cálida sonrisa antes de salir de la tienda. Ella lo observó alejarse, el aroma a lirios envolviéndola. Sus palabras seguían resonando en su mente: "El amor verdadero nunca necesita ser ruidoso."
Al caer la noche, la ciudad se iluminó con las primeras luces de Navidad. Elena caminó por las calles con el mismo ritmo pausado, el mismo pensamiento recurrente. No podía evitar sentir que estaba a punto de perder algo valioso. Algo que Daniel le había ofrecido con cada carta, con cada palabra. Pero aún no estaba lista. El miedo la paralizaba.
En su camino de vuelta a casa, decidió que debía hablar con él. Necesitaba aclarar sus sentimientos, dejar de lado los temores que la habían estado persiguiendo durante semanas. Al llegar a su apartamento, se sentó frente a su mesa, mirando el papel en blanco. Tomó su pluma con cuidado y escribió:
"Querido Daniel,
Siento que mis palabras no pueden expresar completamente lo que siento. He estado tan confundida, tan atrapada entre mis miedos y mis sentimientos. No sé si estoy lista para lo que me ofreces, pero me gustaría hablar de ello. Necesito saber qué significa realmente para ti. Quizás así podré entenderlo mejor.
Espero verte pronto,
Elena."
Sintió una mezcla de alivio y ansiedad al firmar la carta. Era lo que necesitaba hacer, aunque no sabía qué esperaría al entregar sus palabras.
A la mañana siguiente, Elena se armó de valor y fue a la librería donde Daniel la había encontrado la última vez. Al llegar, vio que él estaba allí, como si estuviera esperándola. Sus ojos se encontraron al instante, y Elena sintió una sacudida interna al verlo, como si las palabras que había escrito la noche anterior tomaran forma en su corazón.
"Elena," dijo Daniel, su voz suave pero llena de una esperanza que casi lastimaba. "¿Te has decidido?"
Elena levantó la carta en sus manos, sus dedos acariciando el sobre. "Quiero hablar, Daniel. Quiero entender qué significa todo esto."
Él asintió, sus ojos brillando con una mezcla de alivio y expectación. "Estoy listo para escuchar lo que sientes, Elena."
Y con esas palabras, el diálogo entre ellos comenzó, la verdad de sus corazones finalmente alcanzando el lugar donde ambos necesitaban estar.