Elena despertó temprano, como siempre. Aunque el sol aún no había salido, ya estaba de pie, preparándose para el día. El aroma a café llenaba su pequeño apartamento, mientras ella se vestía con un vestido de flores, simple pero elegante. Desde que Daniel había entrado en su vida, todo parecía un poco más brillante, un poco más lleno de posibilidades.
A pesar de la quietud de la mañana, su mente estaba en constante movimiento. Había algo en la manera en que él la miraba, en la forma en que sus palabras parecían calmar la tormenta que siempre había llevado dentro. Pero también, la sensación de incertidumbre seguía presente, como un eco en su corazón. ¿Qué pasaría si todo esto se desmoronaba? ¿Si las promesas que se habían hecho en silencio se desvanecían?
Elena sacudió la cabeza, expulsando los pensamientos oscuros. "No puedo seguir así," pensó. "Tengo que creer que esto es real."
Cuando abrió la puerta de la tienda, el aire fresco de la mañana le dio la bienvenida, llenándola de una sensación reconfortante. Colocó las flores que había preparado con tanto esmero sobre el mostrador, las alineó con precisión, mientras una pequeña sonrisa se asomaba en su rostro. Ese día había algo diferente en su corazón.
El sonido de la campanilla de la puerta la hizo levantar la vista. Era él, Daniel, entrando con su paso decidido y su característica calma, como si el mundo a su alrededor no pudiera alterarlo.
"Bonjour," dijo él, su voz suave y cálida.
"Bonjour," respondió ella, con un brillo en los ojos. "¿Cómo estás hoy?"
"Mieux," dijo él, con una sonrisa. "Mucho mejor ahora que estoy aquí."
Elena lo miró fijamente, y por un momento, se sintió atrapada en sus ojos. Había algo en su presencia, una seguridad que la hacía sentirse segura y vulnerable al mismo tiempo.
"¿Qué te trae por aquí?" preguntó Elena, moviendo algunos jarrones mientras evitaba su mirada.
Daniel sonrió, sabiendo exactamente lo que pasaba por su mente. Sabía que ella aún no estaba lista para enfrentarse a sus sentimientos. No le importaba. Él estaba dispuesto a esperar.
"Solo quería verte," dijo él, y al decir esas palabras, su tono cambió, volviéndose más serio.
"¿Verme?" repitió Elena, un tanto sorprendida, pero a la vez, contenta. "¿No puedes verte a ti mismo sin mí ahora?"
La broma hizo que Daniel soltase una risa suave, pero pronto se desvaneció. La atmósfera entre ellos cambió, y el aire se llenó de una tensión palpable.
"Sabes," comenzó él, mientras se acercaba lentamente al mostrador, "las palabras son fáciles, pero las que realmente importan son las que no se dicen."
Elena frunció el ceño. "¿A qué te refieres?"
"Esas palabras que se quedan en el aire, en el pecho, esperando ser pronunciadas, pero que a veces tememos decir por miedo."
Elena tragó saliva, sintiendo cómo su pecho se apretaba. Estaba hablando de lo que ambos temían: el amor, el verdadero amor, aquel que no se puede controlar. Ella había estado evitando esas palabras, evitando el momento en que finalmente tendría que admitir lo que sentía.
"No estoy lista para...," comenzó, pero se detuvo, viendo la comprensión en los ojos de Daniel. No necesitaba continuar. Él ya lo sabía. No necesitaba presionar.
"Yo lo estoy," respondió él, su voz baja pero firme. "Estoy listo, Elena."
Elena lo miró, incapaz de decir nada más. Las palabras que no habían sido dichas flotaban entre ellos, tan cerca que casi podían tocarlas. Pero algo la detenía, algo que no podía controlar.
Después de un largo silencio, Daniel dio un paso atrás y sonrió.
"Te invito a salir hoy. Esta noche," dijo, con un toque de esperanza en su voz. "Vamos a cenar, solo tú y yo. Sin más excusas."
Elena se quedó quieta, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Lo miró a los ojos, viendo la sinceridad en su mirada. Tal vez ese era el momento. Tal vez era el momento de dejar ir el miedo y confiar en él, en lo que sentían.
"Está bien," dijo finalmente, su voz suave, pero llena de determinación. "Nos vemos esta noche."
Daniel sonrió, un destello de alegría iluminando su rostro.
"Alors, à ce soir." (Entonces, hasta esta noche.)
Y con esa última mirada, él salió de la tienda, dejando a Elena con una mezcla de nervios y emoción. El paso a paso que había decidido dar ahora se sentía más real que nunca. La noche que se acercaba no solo era una cita, sino una nueva etapa en sus vidas.