Cartas de medianoche en París

Chapitre 23 : "Le Mystère Révélé" ?️‍♂️

Elena cerró el cuaderno con suavidad, como si temiera que el eco de las palabras de Daniel desapareciera al cerrarlo. Durante un largo momento, permaneció sentada en el rincón de la librería, abrazando el libro contra su pecho, sin poder dejar de pensar en la intensidad de lo que acababa de descubrir.

El frío del invierno parecía haber desaparecido, y en su lugar, solo quedaba una cálida sensación de cercanía, como si el espíritu de Daniel estuviera en la misma habitación con ella, susurrando entre las páginas.

Se levantó con el cuaderno en las manos, decidida a obtener más respuestas. Caminó hacia el mostrador de la librería, donde una amable bibliotecaria de cabello gris y ojos amables la esperaba. La mujer la miró con curiosidad, notando que Elena sostenía el cuaderno con tanto cuidado, como si fuera un tesoro.

—Excusez-moi, madame, ¿puedo preguntarle algo?— Elena habló en un tono suave, nerviosa, como si temiera que al preguntar, algo en la magia del momento se rompiera.

—Bien sûr, chère, ¿en qué puedo ayudarte?— respondió la bibliotecaria, con una sonrisa cálida que hacía que Elena se sintiera en casa.

—Este libro— Elena mostró el cuaderno de cuero desgastado —me gustaría saber más sobre él. Nunca lo había visto antes, pero siento que fue... escrito especialmente para mí.

La bibliotecaria observó el libro con una expresión que parecía a medio camino entre nostalgia y dulzura. Sus ojos brillaron con un reconocimiento inmediato, como si ya conociera la historia detrás de ese cuaderno.

—Ah, este libro...— la mujer suspiró suavemente, como si estuviera recordando un viejo amor. —Este cuaderno tiene una historia muy especial, querida. El autor es un hombre llamado Daniel. Vivió aquí, en París, hace años. Un hombre profundamente enamorado, y cada página de este libro es testimonio de su amor.

Elena sintió que su corazón latía con más fuerza. "Daniel..." Pensó, como si ese nombre fuera suficiente para hacerle entender todo lo que sentía por él.

—Daniel comenzó a escribir este libro hace mucho tiempo— continuó la bibliotecaria, su voz envolviendo a Elena en una historia que parecía de otro mundo. —Él era un escritor que pasó años buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía por su amada. Escribió sobre ella, sobre su amor, sobre la vida que compartieron y los momentos que pasaron juntos. Pero algo sucedió, no sé qué exactamente, y Daniel tuvo que marcharse, dejando atrás sus palabras.

Elena no podía creer lo que estaba escuchando. Cada palabra resonaba en su interior, como si por fin todas las piezas encajaran. Recordaba sus cartas, los poemas, las promesas que Daniel le había dejado. Ese libro no solo era un testamento de su amor, sino también de su angustia por no poder estar juntos.

—¿Por qué está en esta librería?— preguntó Elena, su voz temblorosa. —¿Cómo llegó aquí?

La bibliotecaria sonrió, pero esta vez había una melancolía en sus ojos.

—Después de que Daniel se fue, el libro se quedó aquí. Fue un regalo para todos los que vinieron, para quienes querían leer esas cartas. Los poemas, las dedicatorias, son tan hermosas que todos los que lo leen quedan encantados. Es como si él hubiera querido que todo el mundo supiera de su amor por ella, que no hubiera vergüenza ni miedo en compartir lo que realmente sentía. Este libro es su legado. Él quería que su amor nunca fuera olvidado.

Elena sintió una mezcla de gratitud y tristeza. El hecho de que Daniel hubiera dejado su amor al mundo, en esas palabras, le tocaba el alma profundamente. No era solo suya. Era un amor compartido, un amor tan grande que no podía guardarse solo para él. Daniel había decidido que su amor debía ser eterno, en todos los sentidos.

—Y... ¿él regresó alguna vez?— preguntó Elena, esperando que las palabras de la bibliotecaria ofrecieran algo más de esperanza.

La mujer hizo una pausa, mirándola fijamente, y luego negó suavemente con la cabeza.

—Nunca volvió, querida. Al menos, no de la manera en que todos esperábamos. Pero su amor, su esencia, está en cada palabra de este libro. Y en cada lector que lo encuentra, como tú. Como todos los que llegan a esta librería y leen sus palabras. Es como si él nunca se hubiera ido realmente. Como si su amor estuviera siempre presente, esperando que alguien lo descubriera.

Elena sostuvo el cuaderno con más fuerza, sintiendo la conexión profunda que ahora tenía con Daniel. Las palabras de la bibliotecaria la habían tocado en lo más profundo de su ser. Aquel libro, más que un regalo, era un puente entre ella y él, una promesa de que, aunque el tiempo y la distancia los separaran, su amor seguiría existiendo, en cada página, en cada palabra escrita con tanta pasión.

—Merci...— murmuró Elena, la voz quebrada por la emoción. —Gracias por contarme esta historia. Ahora entiendo lo que significa este libro para mí.

La bibliotecaria asintió, una sonrisa suave en su rostro.

—No tienes que agradecernos. Es un placer ver a alguien que, como tú, ha encontrado en estas páginas lo que muchos de nosotros también encontramos: el poder del amor eterno.

Elena se despidió con una última mirada al libro, una sensación de paz invadiendo su ser. Al salir de la librería, el aire frío de París parecía más ligero, más lleno de posibilidades. Tenía el libro de Daniel en sus manos, pero también algo mucho más grande: la certeza de que su amor nunca desaparecería.

A medida que caminaba por las calles, las palabras del libro seguían resonando en su mente, como una melodía suave y constante. Y en su corazón, una sensación profunda de esperanza y amor seguía creciendo, más fuerte que nunca.




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