La biblioteca estaba tranquila aquella tarde de otoño, con el sonido de las hojas crujientes bajo los pies de los visitantes que pasaban entre los estantes llenos de libros. Elena, ya mayor, había ido allí buscando un libro antiguo que había escuchado mencionar en sus círculos literarios, una obra que hablaba sobre un amor perdido y la búsqueda incansable del alma gemela.
Mientras paseaba por los pasillos, sus dedos acariciaban los lomos de los libros, como si intentara sentir su esencia, hasta que uno de ellos le llamó la atención. Un libro con un diseño simple, casi desgastado, pero con una portada que, inexplicablemente, la atrajo. "L'Amour Perdu: La Musique de l'Âme" ("El Amor Perdido: La Música del Alma").
Lo tomó con manos temblorosas y, al abrirlo, vio que no era un libro común. Era más bien como un diario, con páginas de cuero envejecido, cuyas esquinas parecían estar marcadas por el paso del tiempo. Elena respiró hondo, sabiendo que había algo especial en ese libro. El aroma a papel viejo y a recuerdos la envolvió al instante.
Comenzó a leer con atención, cada palabra parecía resonar en su alma. El texto hablaba de un hombre que había perdido a la mujer que amaba debido a una serie de malentendidos y problemas que los habían distanciado. Pero lo que más le llamó la atención fue la historia del accidente. El hombre, después de años de sufrimiento por su pérdida, había decidido regresar a ella, solo para sufrir un accidente que le hizo perder la memoria. Por años, vivió sintiendo que le faltaba algo, una parte de él que no lograba encontrar.
Pero hace unos meses, había vuelto a recordar... la musa que nunca dejó de amar, la mujer que había sido su inspiración, su todo. Y fue entonces cuando decidió escribirle, en cartas que nunca envió, dejando que las palabras se quedaran atrapadas en las páginas de su diario.
La señora pasó las páginas con rapidez, leyendo fragmentos de las cartas que, por alguna razón, sentía como si fueran escritas para ella. Sentía una conexión inexplicable con aquellas palabras, hasta que llegó a la última página del libro. Allí, una frase la detuvo por completo:
"Si un día esta obra llega a tus manos, Elena, quiero que sepas que nunca te olvidé. Mi corazón aún te pertenece. Te espero en la antigua cafetería donde solíamos encontrarnos, con la esperanza de que algún día, nuestras almas se encuentren nuevamente."
Elena, en ese momento, se quedó petrificada. No podía creer lo que leía. ¿Era posible que este hombre, este Daniel, fuera la misma persona que había amado tanto tiempo atrás? ¿Cómo había llegado este libro hasta ella?
Con las manos temblorosas, Elena comenzó a leer en voz alta, como si las palabras fueran una melodía perdida en el tiempo:
"Je t'ai aimé, Elena. Même si la vie nous a séparés, mon amour pour toi est éternel. Tout ce que je suis, c'est à toi. Peut-être que le destin nous a éloignés, mais je ne peux pas oublier le parfum de tes cheveux, la douceur de ta voix... J'ai essayé de vivre sans toi, mais je me suis perdu. Si tu entends un jour ces mots, sache que je suis toujours là, dans l'ombre de tes souvenirs."
("Te amé, Elena. Aunque la vida nos separó, mi amor por ti es eterno. Todo lo que soy, te pertenece. Tal vez el destino nos alejó, pero no puedo olvidar el perfume de tu cabello, la suavidad de tu voz... Traté de vivir sin ti, pero me perdí. Si algún día escuchas estas palabras, sepa que siempre estaré ahí, en la sombra de tus recuerdos.")
Ella se detuvo, su corazón latiendo con fuerza. Las palabras de Daniel se habían filtrado en su alma como un suspiro lejano, una melodía que la había acompañado durante años. ¿Por qué ese libro había llegado hasta ella? ¿Era una señal del destino?
Mientras se quedaba allí, con el libro en las manos, miró la foto una vez más, recordando la antigua cafetería que tanto mencionaba en las cartas.
Cerró el libro lentamente, con una sensación extraña en el pecho. Lo había encontrado por una razón, pero aún no entendía por qué. Sin embargo, estaba segura de una cosa: el amor entre ella y Daniel no había muerto, no importaba el paso del tiempo, las dificultades o la distancia. Había algo más grande que los unía, algo que no se podía borrar ni con los años, ni con la tragedia.
Y mientras Ella salía de la biblioteca con el libro en la mano, sabía que su historia aún no había terminado.