Cartas de medianoche en París

Chapitre Final : "Les Retrouvailles et la Promesse Éternelle" ?

La señora caminaba por las calles de París, como un alma errante, con el corazón lleno de preguntas sin respuesta. La vieja cafetería que había sido testigo de su amor con Daniel ya no era la misma, pero el destino la había llevado de vuelta allí, al lugar donde todo había comenzado, y ella sentía que algo la llamaba. El libro, el cuaderno de cuero, con las dedicatorias que Daniel le había escrito, lo había cambiado todo. Las palabras escritas a mano, los poemas llenos de amor y pasión, aún resonaban en su mente.

Se detuvo frente a la puerta de la cafetería, observando la luz suave que se filtraba desde el interior. La nostalgia la envolvía, pero había algo más, algo que no podía ignorar. Un sentimiento profundo, como si el universo entero la estuviera empujando hacia ese momento. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta y entró.

La cafetería estaba casi vacía, solo una pareja en el fondo, pero al fondo, cerca de la ventana, una figura conocida la hizo detenerse en seco. Su corazón dio un salto, y el aire pareció desvanecerse alrededor de ella. Era él. Era Daniel.

Había cambiado, claro, pero aún conservaba esa esencia que la había enamorado. Su rostro ya no era el de un joven apuesto, sino el de un hombre maduro, con algunas canas entrelazadas en su cabello, y las marcas de los años en su rostro. Pero su sonrisa... esa sonrisa era inconfundible. Aquel torpe, encantador y apasionado hombre que nunca dejó de ser su amor.

Ella se quedó allí, como si fuera un sueño. No podía creerlo. Él se levantó lentamente, y sus ojos brillaron al verla. Sin palabras, solo un gesto, se acercó a ella con ese paso seguro pero, al mismo tiempo, vulnerable. Elena sentía que su corazón latía más rápido, como si el tiempo hubiera vuelto a detenerse, como si todo en la vida hubiera conspirado para reunirlos en ese momento.

Y entonces, él habló. Su voz, profunda y llena de emoción, rompió el silencio.

"Elena..." dijo, como si fuera un susurro del pasado, un eco que nunca había desaparecido. "Je t'ai retrouvée... enfin... Après tout ce temps..." ("Te he encontrado... finalmente... Después de todo este tiempo...")

Elena lo miró, sus ojos llenos de lágrimas. No podía creer que estaba allí, frente a ella, después de tantos años. Y entonces, con la fuerza de un amor que nunca se había ido, dijo en voz baja pero con una claridad que vino desde lo más profundo de su ser:

"Je t'aime, Daniel... Toujours, même après tout ce temps..." ("Te amo, Daniel... Siempre, incluso después de todo este tiempo...")

Daniel la miró, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa, alivio y felicidad. Dio un paso más cerca de ella, y con los ojos brillando, dijo:

"Je t'aime aussi, Elena... Chaque jour, chaque instant... Je n'ai jamais cessé de t'aimer." ("Te amo también, Elena... Cada día, cada instante... Nunca dejé de amarte.")

Y sin pensarlo más, la abrazó con una pasión tan intensa que el mundo entero parecía desvanecerse a su alrededor. En ese abrazo, todo el sufrimiento, todas las noches solitarias, todos los años perdidos, se disolvieron en el aire, como si nunca hubieran existido. Solo quedaba la certeza de su amor, un amor que había sobrevivido al tiempo, a la distancia, a la duda, a todo.

Elena se apartó ligeramente de él, tomando su rostro con ambas manos, como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier momento.

"¿Por qué no volviste? ¿Por qué me dejaste esperando todo este tiempo?" susurró, entre sollozos suaves.

Daniel, con una mirada profunda y sincera, le acarició la mejilla. "Je pensais que tu avais oublié... Je pensais que tu m'avais quitté. Mais je me suis trompé..." ("Pensé que me habías olvidado... Pensé que me habías dejado. Pero me equivoqué...")

"Yo nunca te olvidé, Daniel... Mi corazón te perteneció siempre," dijo Elena, mirando con amor en sus ojos. "Pero no sabía si aún me amabas..."

"Elena," dijo él, su voz temblorosa pero llena de fuerza. "Nunca dejé de amarte. Nunca. Todo lo que escribí, todo lo que hice, fue porque mi alma seguía buscando la tuya. Siempre estuviste conmigo, en cada palabra, en cada pensamiento."

Elena lo miró, su corazón a punto de estallar de felicidad. "¿Qué pasa ahora? ¿Cómo podemos seguir? El tiempo nos ha separado tanto..."

Daniel sonrió suavemente. "Le temps n'a pas d'importance quand l'amour est éternel..." ("El tiempo no importa cuando el amor es eterno...") Y la abrazó de nuevo, esta vez con un sentido de pertenencia que hizo que Elena se sintiera completa.

"Y ahora, mi amor, voy a hacer lo que debí haber hecho hace muchos años. Te amo, Elena. No importa lo que haya pasado. No importa lo que el destino haya intentado separarnos. Ahora estamos juntos. Y nunca más te dejaré ir."

Elena lo abrazó con fuerza, sintiendo que el tiempo finalmente había hecho su trabajo. Todo lo que había esperado, todo lo que había deseado, ahora estaba frente a ella, en el abrazo de su amor eterno.

La cafetería que alguna vez fue testigo de sus encuentros ahora era el escenario de su reencuentro, un lugar lleno de historia, de pasión, de promesas no cumplidas. Pero ahora, por fin, el ciclo había cerrado, y el futuro les pertenecía.

Elena levantó la cabeza y lo miró con una sonrisa llena de amor. "Je t'aime, Daniel... Para siempre." ("Te amo, Daniel... Para siempre.")

Y con esas palabras, el mundo dejó de importar. Solo ellos existían. Y, por fin, el amor que había perdurado a través del tiempo encontró su hogar en el corazón del otro. Un amor eterno, tan fuerte como París, tan inmenso como el cielo sobre ellos.




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