Habían pasado meses desde la última vez que Elena recibió noticias de Daniel. El tiempo se había deslizaba con una lentitud insoportable, pero ella había seguido adelante, cada día con una mezcla de esperanza y tristeza. Las flores seguían llenando su vida, pero nada parecía igual sin él.
Una tarde, mientras paseaba por las calles de París, buscando un poco de consuelo en la rutina diaria, se encontró frente a una librería pequeña y encantadora. Había pasado cientos de veces por allí sin entrar, pero esa tarde algo la llamó a hacerlo. Quizá era el frío aire de invierno que ya comenzaba a envolver la ciudad, o tal vez una fuerza invisible que la empujaba a adentrarse.
Al entrar, fue recibida por el cálido aroma a papel viejo y madera, el sonido de las campanas sobre la puerta anunciando su llegada. Elena comenzó a caminar entre los estantes llenos de libros, pasando los dedos sobre las cubiertas de cuero y papel, sintiendo una pequeña chispa de emoción al ver tantas historias esperando ser descubiertas.
Fue entonces cuando algo inusual llamó su atención: un pequeño cuaderno de cuero, desgastado por el tiempo, con un título que le pareció intrigante. El cuaderno estaba en una estantería escondida, como si hubiera estado allí esperando ser encontrado. Era pequeño, no más grande que la palma de su mano, y su color marrón envejecido tenía un aire nostálgico que la hizo detenerse.
El título grabado en la portada era sencillo, pero de alguna manera, parecía susurrar su nombre: "Le Livre des Souvenirs" — El libro de los recuerdos.
Con el corazón latiendo más rápido, Elena lo tomó en sus manos. La textura del cuero, suave y áspera al mismo tiempo, le hizo sentir una conexión instantánea. Era como si el libro tuviera una historia propia que contarle. Con una mezcla de curiosidad y ansiedad, abrió la primera página.
"À toi, Elena,"
"La vie ne se mesure pas par le nombre de respirations que l'on prend, mais par les moments qui nous laissent sans souffle."
"Para ti, Elena, que transformas cada día en una obra de arte. Que tus sonrisas son como flores que florecen en cada rincón de mi alma. Este libro, aunque pequeño en tamaño, es grande en recuerdos, en momentos que no quiero que se pierdan. No puedo dejar de pensar en ti, ni siquiera cuando la distancia nos separa."
Elena frunció el ceño, sintiendo una extraña sensación recorrer su cuerpo. La letra, tan perfecta, tan suave, era familiar. Las palabras la atrapaban, cada una resonando en su corazón de una manera que solo Daniel había logrado hacerlo.
Pasó la página, ansiosa por leer más. Y a medida que avanzaba, cada palabra se sentía más como un susurro de él, como si estuviera justo a su lado. Las dedicatorias, todas en francés, eran poéticas, llenas de amor y melancolía.
"Je pense à toi, chaque seconde,"
"Les étoiles ne brillent pas sans l'obscurité, et toi, mon amour, tu es ma lumière."
"A veces, la oscuridad de la distancia me consume, pero recuerdo que todo lo que somos tiene un propósito. Tú eres mi luz, mi razón para seguir adelante. Cada estrella que miro, cada palabra que escribo, te pertenece a ti."
Elena sentía que el aire a su alrededor se volvía más pesado, como si el tiempo mismo se hubiera detenido mientras leía. Cada poema en las páginas hablaba directamente a ella, a sus recuerdos, a sus sueños. No podía dejar de pensar en cómo cada palabra parecía haber sido escrita especialmente para ella.
Con el corazón acelerado, pasó más páginas, y cada vez, el sentimiento se intensificaba. _"Mon amour, tout ce que je fais, je le fais pour toi," decía uno de los poemas. _"Te extraño más de lo que las palabras pueden expresar, pero me consuela saber que lo que compartimos nunca desaparecerá."
Elena cerró los ojos un momento, casi sintiendo su presencia en el aire. Con manos temblorosas, siguió leyendo, cada vez más cerca del final del cuaderno.
"Je reviendrai, comme promis,"
"Rien n'est plus fort que l'amour que je ressens pour toi."
"He guardado cada palabra, cada recuerdo, en estas páginas, como promesa. Prometí que volvería, y aunque el tiempo haya pasado, mi amor por ti nunca se ha desvanecido. Estaré allí, en cada página, esperando el momento en que podamos estar juntos nuevamente. Tienes mi corazón, Elena. Siempre."
Elena no podía dejar de respirar con dificultad. La sensación de que todo el libro había sido escrito por Daniel era abrumadora. Y entonces, en la última página, vio algo que hizo que su mundo se detuviera.
"Avec tout mon amour, Daniel."
Elena se quedó inmóvil, la realidad golpeando como un torrente. Aquello no era solo un libro. Era su historia. Cada palabra, cada suspiro, cada poema que había leído en ese cuaderno de cuero viejo había sido escrito por él. Por Daniel.
El libro, tan desgastado y viejo, era un diario, una especie de testamento de su amor por ella. Cada página parecía haber sido escrita a mano, con tanta dedicación, con tanto amor que Elena no pudo evitar dejar caer una lágrima. El cuaderno parecía haber estado esperando en la librería, esperando que ella lo encontrara, esperando que descubriera lo que él había dejado atrás, incluso cuando estaba lejos.
"Daniel..." murmuró, casi sin aliento. Las palabras del libro flotaban en su mente, mezclándose con el amor que sentía por él. Sentía una mezcla de felicidad y angustia, de esperanza y dolor. Sabía que Daniel había escrito todo esto con la intención de que ella lo encontrara, de que supiera que él seguía pensando en ella, que seguía amándola a pesar de todo.
Con las manos temblorosas, Elena cerró el libro y lo abrazó contra su pecho. París, esa ciudad que siempre había sido el lugar de sus sueños, ahora se sentía más cerca de casa que nunca. Porque allí, entre las páginas de un viejo cuaderno, ella había encontrado a Daniel nuevamente.