Cartas de Muerte a Vida

Cartas de Muerte a Vida

Supongo que todo monstruo tiene un inicio. Dicen que son ellos los Villanos, pero al igual que ellos, los Héroes también tienen su origen.

En ambos casos, hay quienes nacen siéndolo. Los Héroes tienden a venir prefabricados con ese sentido de bondad y esas ganas imposibles de resistir de salvar al mundo. Algunos Villanos vienen también desde la fábrica con esa tendencia a querer quemarlo todo. A acabar con el mundo.

Ese fue el caso de Vida y Muerte.

Vida era la belleza en su esplendor. Sus cristalinos ojos de corrientes acuáticas sonreían al amanecer como si sus olas se tejieran con el oro del astro rey. Sus manos de pétalos delicados y su voz de trinos de aves lograban arrullar incluso a Creadora.

No era raro verla saltar entre los riachuelos de cometas, montando en sus estelas para llevar sus dotes hasta el último rincón del Universo.

Vida era belleza, alegría, color, bondad... La palabra perfección tenía tatuado en su significado el nombre de ella.

Muerte... Muerte era todo lo contrario. Un esqueleto deforme con un corazón marchito y destrozado entre sus costillas hechas de alas de mariposas.

Tenía tinta por saliva y de su espalda se desprendían dos grandes sombras que arrastraban lamentos como un grito desesperado.

Si su corazón ya era un saco roto, su mente era algo aún peor. Corrompida por el sufrimiento que cargaba en su interior, la mente de Muerte solo lograba expulsar poesía desgarradora. Eso era muerte: Arte de lágrimas y dolor. Probablemente el arte más profundo que podría haber en Creación.

Muerte solo sobrevivía por un débil latido que se clavaba en sus huesos, un tamborileo dictado por el reloj que colgaba del pecho de Vida.

Harto de ir por la existencia desfalleciendo en vida, decidió que iba a parar ese reloj.

Así que, una noche helada, en la que los cuervos nocturnos rasgaban el silencio con su trino destrozado, Muerte se escabulló entre sus alas hasta el cuarto de Vida para arrancar de ella el collar que detendría su reloj de vida. Pero, lo que encontró, acabó con sus planes para siempre.

Las largas pestañas cuál cascadas de flores y rocío llegaban a los montecillos otoñales que eran sus mejillas. Sus labios carmín cuál sangre del más bendito sacrificio y su piel morena como azúcar mascabado, como la tierra después de un diluvio o como el café que se toma por las mañanas, eran iluminados por la corona de lunas y soles en su cabeza.

Alrededor de ella cientos de polillas del atardecer dormían aleteando produciendo sonidos de lluvia con sus leves movimientos.

La vista fue arrebatadora; de aliento, de propósito, de vida. Era obvio por qué ella era Vida y él Muerte: ella destrozaba corazones dándoles un nuevo propósito incluso dormida, él solo era un errante hasta que comprendió que la necesitaba. Le pertenecía aún antes de saberlo.

Una hoja del árbol de Vida cayó a su lado. Los tonos otoñales adornaban al objeto de textura polvosa mientras Muerte levantaba con cuidado de no matar tan hermosa creación.

Cuervos y frutas... Era raro lo que hacía, pero no podía evitarlo: ver a su némesis tranquila le brindaba una calma que jamás había experimentado.

«Un momento. Solo un momento más antes de volver a mi martirio.»

Vida se removió en su lecho de plumas y Muerte dio un paso atrás, haciendo crujir las hojas en el suelo bajo sus huesos pesados.

No podía seguir así, ¡por los muertos, los lamentos, las frutas y el cielo! No podía seguir. Tenía que irse. Vida despertaría y la incesante batalla entre ambos volvería a iniciar.

Muerte odiaba —al igual que odiaba todo— eso: luchar eternamente con un sarcasmo que surgía de su interior como una fuente inagotable mordaz. Pero ahora solo quería volverlo a hacer. Quería verla. Quería tenerla frente a sí. Quería escuchar su voz de luna, ver sus ojos de cielo, quería... Necesitaba tenerla a su lado.

¿Pero por qué Vida estaría a su lado? Él no era nada. Solo una edificación de huesos viejos que a duras penas se movía por Creación.

Vida volvió a moverse, como atormentada por un sueño ajena a su mundo de colores y alegría, y Muerte no supo qué hacer.

Así que solo dejó una carta de Muerte, un poema del dolor de la reanimación de su corazón muerto.

Esta es la historia de un monstruo que cayó por la heroína de la historia. Esta es la historia de sus cartas. De las Cartas de Muerte a Vida.




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