¿Qué te puedo decir? ¿Qué quieres que te diga? Dímelo tú, porque sinceramente yo, no sé qué escribir, que expresar.
Es inexplicable. Un montón de sentimientos y pensamientos que se reúnen formando una gran sopa en mi interior, que al final, me deja una gran desazón.
Las cosas y los sucesos terminaron pasando tan rápidamente delante de mí que al final no me di cuenta que fue lo que verdaderamente sucedió. Es, como si no hubiese estado presente. Y en parte lo creo. Es como si mi cuerpo estuviese allí, hablando, riendo, recibiendo el título, abrazando a una que otra persona y conociendo los familiares de otras; pero, mi mente no estaba.
¿Taciturna es la palabra correcta? Pensándolo más claramente, es como si, desde el momento es que me levante esta mañana y entendí que hoy sería mi último día con esas personas en ese sitio, entre en un estado de shock. Estaba en modo automático, no quería reaccionar. Porque, conociéndome, sabía que en el momento en que saliera de ese estado y me enfrentara a la realidad, lo más seguro es que lloraría, tanto, pero tanto, que quedaría seca.
No era la ocasión para deprimirse, estábamos de celebración, por nuestro mayor logro proveniente únicamente de nosotros, por la tranquilidad de nuestros familiares al saber que: “Quizás y si tenga un buen futuro”; por la tranquilidad de ya no tener que ver más a esos “ogros”.
Esto último me da un poco de gracia, ya que quizás una persona más consciente sabe a ciencia cierta que, esos “ogros” son ángeles a comparación con “esos demonios” que nos esperan en nuestra próxima parada. Según, como tú dices, a quien aplique.
La marea de personas de un lado a otro hablando, gritando o riendo termina por marearme y aturdirme más de lo que ya estaba, si es eso posible. Necesitaba recomponerme para tratar de olvidar todo lo que me agobiaba y poder sonreír tranquilamente ante el público.
El sonido rítmico y fuerte causado por el himno del instituto envolvía al auditorio, llegando a mí como algo lejano, como si estuviese en otra dimensión.
Estoy, pero al mismo tiempo no estoy. Soy y no soy. Todo se torna como un sueño contradictorio: es perturbadoramente real, pero a la vez, alegremente espontáneo.
“¡Al fin, después de tantos problemas y contratiempos pude graduarme!”... Es lo que debería de estar gritando a los cuatro vientos mientras salto de un pie. Pero al contrario de lo que puede pensar cualquiera, o inclusive yo misma, mi mente se vuelve caóticamente dolorosa al rememorar las cosas buenas que viví y que me costarán dejar atrás.
Anhelo poder escapar de todas las responsabilidades ante la sociedad y mi familia y así lograr quedarme por toda la eternidad en este lugar. Quisiera detener el tiempo y conservar la edad, no tener que darle cara a la adultez. Como deseo yo, tener un poco más de tiempo para hacer lo que no pude.
Una… O dos… O tres…
¿Quién sabe cuántas lágrimas solté sin que me diese cuenta? Aquí, ahora, estando en uno de los lugares preferidos para nosotros, los recuerdos llegan despiadadamente haciendo que los temores sobre el futuro me invadan…
Tengo que seguir aunque no quiera, enfrentarme a pesar del deseo de esconderme. Porque así es la vida y no hay tregua para nadie.