Querida hija:
Te pido una y mil veces perdón por mentirte, no sabes el dolor que mi corazón llegaba a sentir al decirte que tu mamá estaba en el trabajo. Estabas muy triste al estar tu mamá ausente y no quería que te sintieras peor al decirte la verdad.
Ahora te has ido sin siquiera poder decirte la verdad sobre la muerte de tu madre. Siempre pensé que podía decirte después, cuando fueras más grande y así no sufrieras tanto, pero me equivoqué. Y ahora ese después nunca llegará. Por suerte ahora estas con tu madre, que es lo que más anhelabas en este mundo.
A pesar de ello, el dolor que siente mi corazón permanecerá dentro de mi hasta el último de mis días. Pudiste haber visto a tu mamá de otra forma, una en la que no involucrará tu vida de por medio, pero por culpa de mi tonta idea de las notas. Si tan solo no te hubiera dicho sobre las notas y te hubiera dicho la verdad sobre tu madre. Pero el tiempo no perdona y sigue su curso, sin importar cuantas sonrisas y lágrimas se lleve.
No tienes idea de cuanto te extraño, pequeña.
Te escribiré después, cuando el dolor se calme un poco y me permita escribir sin necesidad de soltar lágrimas.
¡Adiós, pequeña!