Decimo Sexta Carta.
09/Enero/1979.
Adiós Sara.
La dulce Sara, siempre tan buena y comprensiva, no mataba ni una hormiga; eso la llevo hacia la tumba.
Me había enterado de que irían a enterrar a Sara justo este día temprano en la mañana, así que elegí mi mejor prenda negra y partí al panteón junto a sus padres, amigos y un desgraciado mas sumado a la caminata hacia el nuevo destino de la chica.
-¿Tu conocías a mi hija?
-Más de lo que usted se imagina señora.
-¿Ella te había dicho algo de querer suicidarse?
-No- la pobre señora solo se limito a dar un ligero asentimiento de cabeza, cuando llegamos al panteón, solo se escuchaban sollozos por parte de los presentes, mientras yo solo podía mantener mi vista puesta en una parte del lugar en donde me encontraba, justo al lado de la lapida de Sara se encontraba la lapida de mis padres.
-¿Conocidos?
-¿Eh?- cuando visualice la figura a mi lado mi lado macabro y aterrador dio un ligero salto hacia mi- amigos de mis padres.
-¿Quiénes son tus padres? Me pareces conocido, tal vez los conozca.
-No lo creo, Víctor Montero.
-Realmente tu cara me resulta familiar.
-Estas confundido.
Dicho esto me aleje del panteón y espere hasta muy tarde, cuando creí que nadie podría estar allí, volví a entrar.
Sara, pequeña, dulce e inocente Sara, lamento que ahora debas estar aquí, pero, míralo desde un buen punto de vista, ahora no tendrás que soportar a tu horrible familia; cosa que deberías agradecerme, pero solo te pediré un favor a cambio: encárgate de cuidar mucho a mis padres, pequeña Sara, te lo agradeceré siempre, solo hasta que pueda reunirme con ellos.
Adiós Sara…