Cartas de una amante con el corazón roto

Cuando apareciste

Carta ll

Tenía doce años cuando apareciste en mi vida.

Estaba sentada en el jardín, huyendo —una vez más— de las discusiones de mis padres, con las lágrimas corriendo libres por mis mejillas, cuando te acercaste. Preguntaste por la casa de al lado, pero creo que lo hiciste porque me viste llorar… porque era imposible no saber cuál era tu nueva casa. Te acababas de mudar a la número 102.

Después de preguntar mi nombre, tomaste mi mano. Tapabas el sol con tu presencia, y aún así, todo brillaba más.

Jugamos toda la tarde, y cuando regresé a casa, algo había cambiado. Había una paz nueva.

Mi padre estaba lejos.

Mi madre, encerrada, lamentándose en su habitación.

Yo caminé en silencio hasta la mía, me acosté mirando el techo azul celeste… y te vi de nuevo. En mi mente. Tu cabello negro, lacio. Tus hermosos ojos azules.

Reí en mi almohada al sorprenderme pensando en ti… en tu nombre… y en esos tres años que te llevabas de ventaja.

Cada día, a las once en punto, tocabas a mi puerta. Y yo te abría con una sonrisa, dejándote pasar, dejando que tus colores colorearan mi cielo.

Nos recostábamos sobre el césped, y mientras apuntaba al cielo, tomaba tu mano. Tú mirabas hacia las nubes… y yo solo podía mirarte a ti.

Tu sonrisa —esa que por muy poco tiempo fue mía— se convirtió en mi cielo favorito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.