Cartas en el exilio

7 de enero de 2000

     Que pesar ha sido el mío desde el día en que lo nuestro culminó sin más. Ambos cargamos con las penas y atentados que cada uno cometió contra el otro, palabras más duras que el hielo, y tan filosas que atravesaron nuestro pecho, terminando de matar algo que ya carecía de pulso, pereciendo en menos de un segundo antes de que se pudiera hacer algo para recucitarlo, ¿qué corriente arrastró nuestros débiles cuerpos ante esta penosa situación? ¿por qué destruimos el imperio que tardamos en construir? tantos planes perdidos, toda una vida que ha quedado sin sentido.

     Quisiera poder relatar nuestra historia como el cuento de hadas que a todos alguna vez en nuestras vidas nos vendieron de niños, con el famoso "érase una vez". Pero con nosotros no fue así. No soy capaz de mentir, y engañar no solo a los demás, sino a mi misma diciendo que lo que hubo una vez entre tú y yo fue hermoso, cálido y placentero, cuando en realidad fue triste y trágico. Así que narraré nuestra breve historia en una carta, sí, como las miles que te di y que sé que aún conservas en el fondo de uno de tus cajones, donde nadie más que tu, pueda leerlas. Tal vez no solo será una carta, creo ser totalmente capaz de redactar varias, porque ¿cómo resumir casi toda una vida en un solo trozo de papel? ¿qué impacto tendría en ti si mis palabras del pasado nunca te importaron?

     Por lo que también sé que, podría empezar esta carta como cualquier otra, pero soy consciente de que no tiene caso el siquiera saludarte y preguntarte cómo estás, ya que en el fondo puedo advertir que no tendré respuesta alguna de tu parte. Todas las palabras que vaya a plasmar en este papel serán meramente en vano, porque nunca podré entregártelas, nunca más podré verte a la cara y sentir que estoy protegida por ti.

     Me aferro a escribir cada uno de mis sentimientos para creer que mi corazón sigue latiendo después de tu partida, para saber que aún hay algo dentro de mí y no este vacío que dejaste no solo en mi corazón, sino en lo más profundo que habita y captura la esencia de mi ser.

     En el poco tiempo que llevo aquí, he intentado seguir adelante sin tener éxito. Me he percatado de algo interesante, y es que el mundo se mueve sin importar si tú vas a su ritmo o no, todo cambia y no hay forma de detenerlo. Desde que decidiste partir de mi lado y ya no formar parte de mi vida, me he visto totalmente incapaz de no sanar la herida de tu amor que hace unos cuantos meses atrás abriste así sin más, ocasionando una herida que no para de sangrar. Tomaste mi corazón y con tus propias manos lo destrozaste, sin siquiera inmutarte en cerrarla o al menos en curarla.

     Desde ese día, he estado aquí, en este restaurante que solía ser nuestro lugar. El mismo que vio nacer la llama de nuestro amor y el que la vio desvanecerse poco a poco. ¿Acaso no fue suficiente todo lo que te di? Creí que vivíamos con la esperanza de todo, pero al parecer solo fui yo quien vivía con esa ilusión que solo me proporcionaba una miseria eterna. Mientras tú te convertías en mi sacramento, en mi cielo y mi todo, yo para ti era solo un secreto, y ahí cuando dolorosamente entendía que no todos los buenos comienzos terminan bien, eso tú me lo enseñaste y mucho más, porque de tu amor aun me encuentro sobreviviendo, sometiendome involuntariamente a una abstinencia a la que yo no estaba dispuesta a participar.

     Nuestra última pelea de aquella madrugada fría y triste no te he vuelto a ver. En este restaurante entran miles de personas que quisiera que fueran tú, te veo en todos esos rostros felices, pero a la vez vacíos, porque al final del día no vienes. Estoy empezando a creer que en verdad me abandonaste, tal y como el cuerpo que anuncian en las noticias que acaban de encontrar en el lago, no muy lejos de aquí. Que, si ahora mismo me atreviera a hacer una comparación, te diría que me encuentro igual que dicho cuerpo, vacío y frío por la falta de tu calor.

     Con el paso de los días me pregunto el cómo te atreviste a enseñarme lo que era amar si no te ibas a quedar, mi cabeza no deja de reclamarme el porque te deje entrar si todo lo que hiciste fue encerrarme en una jaula en la que se me privo de mi libertad y yo no era consciente de ello, como un pájaro domesticado, no veía más allá de los barrotes, olvidé cómo era volar y cuál era el sentimiento del aire y de los rayos del sol sobre mí, vivía en la sombra de un ser que no podía y aun no puedo enfrentar.

     Tus palabras renegaron todo lo que quedaba de mi amor, sin embargo, sigo aquí guardándolo para el día que tú decidas volver. ¿Acaso esto no es como un cuento? Mis esperanzas son igual de fantasiosas como todas esas ideas disparatadas que te pudieras encontrar en uno. Todo esto es mi culpa, por creer en países maravillosos con hadas donde puedes hacer todo para tener tu final feliz. Cuando en realidad, no hay finales felices y menos si eso nos incluye a ti y a mi en el mismo relato literario, somos la tragedia jamás escrita. 



#3390 en Otros
#911 en Relatos cortos
#7171 en Novela romántica

En el texto hay: desamor, duelo, ruptura amorosa

Editado: 03.07.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.