Papá
Una palabra que, a simple vista, es solo eso.
Pero para una persona que está perdiendo la memoria, significa todo.
Papá es ese primer ser humano que ves en la vida. Es lo primero que miras cuando abres los ojos. Ese señor grandote, con bigote y barba, que abre los brazos cuando tienes un mal día. Es quien te lleva chocolates o dulces justo cuando más los necesitas. Es esa persona que siempre está presente, en cada momento importante.
Papá es ese que se pone camisetas de colores para jugar contigo en los eventos escolares. El que te mostró tu amor por la música, el que te inculcó buenos valores —a su manera—. El que te corrigió cuando lo estabas haciendo mal, con frases como:
“Si la estoy ayudando, la estoy vigilando que lo haga bien, y que no se corte.”
No importa la hora ni lo cansado que esté, siempre te va a preguntar:
“¿Qué tal tu día?”
Y luego te hará bromas que te harán reír… o enojarte, pero con él siempre hay emoción. Es quien te enseña a jugar videojuegos y te cuenta con entusiasmo cómo él jugaba en las maquinitas.
Es el que te acompaña a la entrega de calificaciones, aunque se quede dormido en las juntas de padres, siempre está ahí.
Es quien te aconseja sobre novios o novias, quién te conviene y quién no. El que te cela por una simple risa que soltaste después de un chiste.
El que te mira con ojos de detective si le escondes algo, y siempre te dice:
“Mientras tú vas, yo ya fui y vine. Y crees que me haces loco… Cuando veas un pato en la Alameda, ese voy a ser yo, disfrazado solo para observarte.”
Es esa persona que, por más loco que esté, siempre cuida de ti. Que te apoya en tus decisiones, que te sigue los pasos, y que si te caes, se burla primero… y luego te ayuda.
No importa si es tu padre biológico, tu padrastro o una figura paterna.
Siempre estará ahí:
en tus decisiones difíciles,
en tus momentos de alegría,
y en esos días de tristeza silenciosa.
Papá…
siempre estás ahí cuando más se necesita.
Y eso,
eso vale más que mil recuerdos.