Cartas Para Papá

Noviembre 2020

16 de noviembre, de 2020

Recuerdo que cuando era pequeña, siempre me gustaba escuchar la historia de cómo mamá y tu se conocieron.

Tu decías que había sido algo, simple, sencillo pero al mismo tiempo hermoso, que te había cambiado la vida y que siempre dabas gracias al cielo, por eso.

Mamá decía, que había sido como vivir en un cuento de hadas, en un sueño que se había convertido en realidad; el príncipe que se había enamorado de una costurera.

Si todo un sueño hecho realidad

Y yo quería y quiero eso, vivir mi propio sueño, mi cuento de hadas, mi amor, uno por el cual sintiera todo un nido de mariposas en el estómago.

Uno por el cual, cometiera las locuras más grandes, o las cosas que nunca me había atrevido hacer...

Viernes 04 de noviembre, 2020

—¿Entonces aun no se sabe cuando volverá? Ya va a terminar la primera semana de noviembre, y él dijo que regresaría esta semana.

—Dijo, que haría todo lo posible para volver esta semana, no fue una promesa.

—Para Elle, si fue una promesa, Kalet hizo esa promesa y no puede romperla.

—Marlee ¿no crees que lees muchas novelas románticas? O mejor dicho ¿ves muchas telenovelas?

—Monique y tu ¿no crees que ves mucho los noticieros?

—Eres una verdadera, molestia.

—Y tu, una amargada, sin vida social.

—¿Qué has dicho? Enana

—¡Que eres una amargada sin vida social! ¡y no me llames enana! —Cierro el libro y fijo mi atención en ellas —puedo ser una enana, y lo prefiero mil veces, a ser una amargada avestruz desplumada.

—¡¿Qué?!

Monique, se coloca de pie y Marlee no duda en seguirla, pero antes de que alguna de las dos, diga algo más, Mila entra en escena.

—Buenas tardes señoritas —ambas chicas, se giran con el miedo, grabado en sus ojos —recuerdo que la última vez, les dije que no iba a tolerar una pelea más de ustedes, iba muy enserió.

—Mila...

—Ahorren se, sus disculpas las tres, tienen prohibida la entrada a la biblioteca, durante las dos próximas semanas.

—¿Las tres? —Al parecer por fin había podido encontrar mi voz.

—Lo lamento alteza, no hago diferencias, ni tratados especiales en mis castigos. Buen día.

Sin más, se da la vuelta y se marcha dejándonos ahí.

Miro a ambas chicas, que no hacen más que mirarse molestas, me coloco de pie, recojo mis cosas y luego comienzo a caminar hacia la salida.

—¡Elle!

Ignoró el llamado y sigo mi camino.

—¡Pero mira lo que has hecho! ¡avestruz amargada!

—¡Esto lo has provocado tu! ¡intento de minions!

Al salir de la biblioteca, una suave brisa me golpea, las hojas de los árboles han comenzado a caer y se bañan de naranja.

El otoño ha llegado

Pero él no...

Tomo con más fuerza mis cosas, y sigo caminando hasta los dormitorios.

He tratado esta semana, de no sentirme mal, de no darle paso a la tristeza o ansiedad, pero me es inevitable, no pensar que quizás Kalet... No volverá... Todavía no.

Trato de llenarme de pensamientos positivos, de no exagerar la situación o de no llenarla de drama, pero el hueco en mi pecho, ha estado doliendo, intensamente y no he podido, soportar ese dolor. No he sabido como calmarlo.

Mientras camino, recuerdo cuando dije, que no iba a dejar a nadie entrar a mi vida, que no dejaría entrar a nadie en mi corazón, entonces ¿cómo es que Kalet, lo hizo? ¿cómo entró?

¿Cómo lo dejé entrar yo?

—¡Elle!

Me detengo de golpe, giro lentamente y la desilusión me llega y me golpea duro, mostrandome a Jean y no al chico francés que, muero por ver.

—Jean —Saludo cordialmente con una pequeña sonrisa.

—Alteza —hace una reverencia —me alegra informarle, que tiene usted una visita.

—¿Una visita?

La confusión desplaza el sentimiento anterior, y la curiosidad nos saluda.

—Si, tiene usted una visita, desde Inglaterra. La está esperando en el edificio principal.

Le doy las gracias y comienzo a caminar, mejor dicho, trotar hacia el edificio principal.

Cruzo medio campus, llegando casi sin aliento, subo los escalones, abro las puertas y me dirijo hacia la recepción y es ahí donde me detengo, al visualizar la figura de una persona conocida, a pocos metros de mi.

Chamarra marrón, jeans azules, botas negras y una gorra del mismo color, me hacen sonreír con una felicidad monumental.

—¿Cory?

Se gira y vislumbró, su cabello castaño claro y sus ojos brillantes color miel, acompañados de una cálida sonrisa.

—Permiso, para abrazar a la princesa de Inglaterra, dueña de la mitad de mi corazón.

Suelto una carcajada

—Eso... Sonó muy cursi, pero muy propio de ti.

—Me alegra, que sigas siendo tu entonces...

Sonrió, en verdad sonrío —permiso concebido, tonto cursi.

Cory sonríe y eso me recuerda, a cuando eramos niños, y sus visitas al palacio, para hacer la tarea, escondernos con Theo a ver películas o escuchar conversaciones de "adultos". O simplemente a esos días, que llegaba sin aviso, a pasar una tarde, noche o un día completo conmigo.

Cory se acerca finalmente a mi, me rodea con sus brazos, levantándome y haciendo que suelte un grito, de la sorpresa. Me abraza fuertemente y yo, no dudo en abrazarlo de la misma forma, escondiendo mi rostro en su cuello, mientras el me aferra a su cuerpo y esconde su rostro en mi cabello.

Extrañaba a mi mejor amigo, aunque no sea una cursi como él, he de decir que Cory, ha sido el dueño de la mitad de mi desecho y roto corazón, estos veintidós años.

—Te extrañe, pequeña —Cory me baja despacio y me separó un poco de él —no sabes, que feliz me hace saber que nuestra amistad vuelve hacer, la misma.




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