“El amor se compone de una sola alma que habita en dos cuerpos”
-Aristóteles
Cuarta carta: El clamor del verdadero amor
(Escrito por: amontero1791)
A mi gran y verdadero amor; a esa persona que sabe que esta carta es para ella.
Comenzaré mencionando lo que sólo tú y yo sabemos amor mío, lo que sólo tú y yo somos capaces de comprender, lo que sólo tú y yo hemos comentado infinidad de veces bajo la penumbra de la esquina mientras experimentamos nuestros sentimientos como si cada una de esas ocasiones fuera la primera de todas: Hemos nacido para amarnos.
Esta carta simplemente certifica con palabras escritas lo que te he susurrado cientos de veces al oído de manera dulce, entretanto te agarro las manos y acaricio con ternura la fina piel de tacto suave que reviste con auténtica maestría tu hermosa cara; a una distancia tan corta el uno del otro, que los dos nos convertimos en uno solo, admirando esos ojos marrones dotados de un brillo y de una belleza extraordinaria, deleitándonos ambos con esos momentos mágicos y únicos en silencio porque nuestras palabras emergen mudas e intensas desde el mismísimo epicentro de nuestros unidos corazones, deseando parar el reloj y disfrutar de nuestro amor en cada minuto que se consume.
Sabemos que el nuestro, es un porvenir complicado aunque no imposible por culpa de esas respectivas situaciones personales que nos ha tocado vivir, siendo plenamente conscientes de que la implacable y despiadada vida nos ha colocado en el lugar correcto pero en el momento incorrecto. Aun así, ambos comprendemos que ese amor que nos desborda de felicidad es justamente la fuerza y la energía que se inyecta en nuestras existencias para poder resistir como muro inexpugnable, hasta que el caprichoso destino sentencie sobre el desconocido futuro y por tanto sobre las ya formadas vidas cotidianas.
A pesar de todo, no podíamos dejar pasar y ni mucho menos rechazar estos maravillosos sentimientos, esta pasión, este cariño, esta confianza, esta increíble complicidad que llega a tal nivel de perfección, que tú y yo parecemos espejos con almas gemelas reflejándose en ellos.
Cada beso y cada abrazo, cada gesto, escondidos como proscritos en un mundo que no es capaz de comprender, con esos escasos minutos ocultos en la oscuridad de nuestro apartado y secreto lugar para acto seguido esperar impacientes al día siguiente y así poder amarnos de nuevo. Un día tras otro, aprovechando y disfrutando del presente, esperando ambos ilusionados a que ese caprichoso destino decida ponernos juntos sin límite y para siempre; porque tú y yo cielo mío, somos los únicos que sabemos que la fecha de caducidad de nuestro amor es la mismísima eternidad.
Febrero de 2019
amontero1791