"Que felicidad me daría que logres lo que vez me contaste que querías hacer, aunque yo no esté ahí, aunque no te acuerdes más de mi…"
- Anónimo
Octava carta: “Mi último adiós”
(Escrito por: Mary)
Inglaterra, 13 de febrero de 2004
Hola.... que manera de empezar una carta ¿no? Quizás hubiese sido mejor comenzar con un "querido mío" o "mi amor" como tantas veces te llamé y deje que me llamaras. Pero parece que han pasado siglos desde la última vez que escuche esas palabras salir de tu boca y hasta yo he olvidado como se pronuncian. Parece mentira que después de todo lo que hemos vivido juntos hoy no sepa como dirigirme a ti.
Se que en el instante en que veas esta carta tu primera reacción será la de lanzarla lejos, la de apartar de ti todo lo que tenga que ver conmigo y en parte lo entiendo, en parte entiendo que desees avanzar, yo también querría. Pero en este mismo momento le estoy rezando a Dios con todas mis fuerzas para que eso no pase, le estoy rezando para que leas las últimas palabras que pienso dedicarte, las últimas palabras que pienso escribir nunca.
A veces me pregunto cómo pasamos de algo tan bonito y puro a considerarnos prácticamente extraños. Recuerdo la primera vez que te vi, recuerdo como era incapaz de apartar la mirada de esos ojos tan encantadores que poseías, que parecían calar hasta lo más hondo de mi alma. Todo era tan hermoso.... mi cuento de hadas ideal, donde yo era tu princesa encantada y tú eras mi valeroso y gallardo caballero de reluciente armadura.
Pido disculpas por los borrones que debes estar apreciando, pues, aunque me prometí que no lloraría nuevamente, mis ojos se niegan a obedecerme y un torrente de lágrimas se desborda al recordar el pasado, ese en el que tan felices fuimos.
¿Por qué? ¿Por qué tuvo que ser así? Se que nos amábamos, lo sé. Incluso hoy, 3 años después del fatídico final, cierro los ojos y creo escuchar tu voz en la lejanía, susurrándome palabras de consuelo como tantas otras veces. Intento recordar el momento exacto en que todo cambió y aún después de tanto tiempo sigo sin encontrarlo. Quizás tuvieras razón y todo fuera mi culpa, quizás el exceso de trabajo me obligó a descuidarte, quizás fue mi propia estupidez la que te arrojó a sus brazos...
No pienses que quiero reprocharte nada, no, al contrario, solo estoy tratando de buscar en estas líneas un motivo, un por qué. Ayer vi el amor con que te dirigías a ella, todo ese amor que un día fue para mí y ahora lo estaba recibiendo otra persona. No creas que te espío, no, lejos estoy de hacer algo como eso, creo que aún me queda algo de cordura. Solo quería verte por última vez, admirar esa sonrisa que en su momento significó todo mi mundo, a pesar de que no me viste no me sentía capaz de irme sin dedicarte el último adiós.
Decir adiós siempre es difícil, lo sé, bien sabes que odio las despedidas, pero hay momentos en los que son necesarios. Como dije antes intenté seguir adelante y no pude, fracasé amargamente, pero me alegra ver que tu si lo has conseguido. Yo nunca podré olvidarte y por eso he decidido tomar esta decisión, porque se que si sigo anclada a tu recuerdo poco a poco iré perdiéndome en mi misma y eso es algo que no puedo permitirme que ocurra.
Se que tienes buen corazón y que probablemente tus ojos estén bañados en lágrimas al leer esto, pero... por favor, no quiero que te sientas culpable. Esta es una decisión que he tomado por mi cuenta, no creas que te escribo con la intención de hacerte responsable de algo ya que único de lo que serias culpable es de haber roto mi corazón en mil pedazos sin remedio.
¿Sabes dónde estoy ahora? En el puente donde nos conocimos, el lugar donde empezó todo, irónico ¿verdad? Esto nos demuestra que la vida da vueltas y vueltas, pero al final todo vuelve al lugar de partida, y aquí estoy yo, en el lugar del hola para decir adiós.