Era invierno y el frío de la noche golpeaba las ventanas con fuerza.
Esperaba de nuevo como en cada luna llena, mi entre pierna le extraña, mi cuerpo le desea, mi mente le piensa.
Soy tan suya, que no me siento mía al estar en sus brazos, al sentir la fuerza de sus manos en mi cuerpo.
Llega y con la mirada le demuestro mi deseo, paso la lengua por mis labios y termino mordiendo mi labio superior. La temperatura corporal aumenta y el deseo me lanza a sus brazos, "Tome su cena" le susurro al oido mientras absorbo su aroma.
Mi lengua recorre su cuello para terminar en un beso sobre sus labios.
Me despoja de la poca ropa que llevo y me toma, con la misma pasión de la primera luna, desde esa luna en que colocó su marca en mi piel.
Toma mi cuerpo penetrandolo no solo a él sino también a mi alma llenándo con el agua de su fuente cada centimetro de mi ser.
Solo viéndole a los ojos le grito que soy suya, que soy de su propiedad y que puede calmar su sed cuando lo necesite.