Si mi corazón fuera una caja de música que toca poesía,
y si mis versos fueran una bailarina que gira,
y su vestido tejido con amores perdidos,
el eje tendría
—con la precisión de un relojero—
filamentos de nostalgia.
Y si mi corazón solo supiera de música antigua…
Esa música antigua, ¿qué melodías evoca?
Si mi corazón estuviera tallado en madera oscura,
con intrincados y dolorosos diseños,
y su tapa, adornada con un espejo…
la música evocaría tristezas hermosas.
La madera oscura, ¿de qué árbol proviene?
Con una textura única… es la más duradera.
Si mi corazón en tu mano es un espectáculo,
por muy sencillo, es un regalo.
Cada acorde un recuerdo, cada pausa un anhelo.
En cada giro un latido, en cada nota un suspiro.
Descansa, corazón, sobre un pedestal de terciopelo…
que con el riego de cada nueva herida,
mi dolor florece.
Posdata:
Lo escribí anoche, después de soñar contigo.
Hoy lo leo y me doy cuenta:
no es un poema de amor.
Es una trampa.
Porque cada vez que lo recito,
vuelvo a creer que merezco estar contigo.
Si en este momento pudieras verme, me mirarías bajando la caja de ese pedestal y cerrandola para que esa música ya no me alcance.