Por ti sé que vivo.
Y por eso mismo, debería odiarte.
Mi amor no es un desierto mágico.
Es un armario vacío donde guardo tus vestidos…
y miento cada vez que digo que ya no los huelo.
Los “espíritus soñadores” no me salvan.
Son solo las tres de la madrugada
y mi mente, desesperada por no pensar en ti,
me pinta tigres donde solo hay sombras,
cobras donde solo hay cables sueltos,
y tu boca…
tu boca es el único recuerdo que me oxigena.
Me dijeron que el tiempo cura.
Sigo esperando que sea verdad.
Hoy dije “estoy bien” y hasta yo casi lo creí.
Los astronautas no llevan canarios a Marte.
Pero yo sí llevo tu nombre a orbitar a cada habitación vacía,
y Marte no canta porque en la tierra alguien llora. .
Las “langostas de Plutón” no existen.
Pero el picor en el alma…
ese es real.
Es lo que queda cuando intentas arrancarte un recuerdo
y el recuerdo es un cascarón de una herida.
Estoy tan lejos de ti
que ya no sé si extraño a la persona…
o solo la versión de mí mismo que existía cuando me mirabas.
Y si un día vuelves…
no me preguntes si te extrañé.
Pregúntame si sigo usando tu ausencia como excusa para no sanar.
Porque esa es la verdadera derrota:
no haberte perdido a ti…
sino haberme perdido a mí
en el intento de entenderte.