Cartas, poemas y reflexiones para diluir un duelo de amor.

Vale la pena el tiempo frente al espejo

Hasta los volcanes apagados recobran la vista
cuando te has puesto demasiado hermosa.
Esas fuerzas de la naturaleza
que llevaban siglos dormidas en su letargo,
resignadas a su silencio de piedra y ceniza,
de pronto despiertan sobresaltadas
ante la erupción de tu belleza.

Vale la pena el tiempo frente al espejo.
Cada minuto invertido en ti misma,
cada cuidado deliberado,
cada gesto de amor propio
que se traduce en el brillo de tu piel,
en la confianza de tu mirada,
en la forma en que caminas
como si el mundo debiera ajustarse a tu paso.

No se trata de vanidad,
sino de reconocimiento.
De honrar el templo que habitas,
de pulir el cristal a través del cual tu alma se asoma.
Cada instante frente a ese espejo
es un diálogo contigo misma,
un ritual de reconciliación
con la mujer que eres
y con la que estás eligiendo ser.

No es solo el vestido que elegiste,
ni el maquillaje que realza tus rasgos,
ni el perfume que dejas flotando en el aire
como una firma invisible de tu presencia.
Es algo más profundo e inexplicable:
es la decisión consciente de brillar,
de ocupar el espacio que te corresponde,
de no disculparte por existir con toda tu intensidad.

Cuando te pones "demasiado hermosa"
—como si tal cosa fuera posible—
no solo los volcanes despiertan.
También lo hacen los mares que creían conocer todas las tormentas,
las montañas que pensaban haber visto todos los amaneceres,
los desiertos que juraban que nada les sorprendería jamás.




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