Cartas, poemas y reflexiones para diluir un duelo de amor.

El agujero negro del descarte

Hola. Si esto fuera un café, ya habría vaciado la taza, pero solo es el teclado y el silencio de un apartamento que ahora se siente demasiado grande. Vengo a contarlo porque no me siento nada bien. No es tristeza; es un dolor físico, corrosivo.

Acabo de separarme. Mejor dicho, fui descartada por mi pareja. Y ahora estoy mal, muy mal.

A veces me encuentro con el teléfono en la mano, a un toque de buscarlo, a un pulso de humillarme. Pero me detengo. Me detengo porque la realidad es que él ya se regresó con su ex. Y ahí es donde la cabeza me estalla.

¿Lo hizo para hacerme sentir mal, para asegurarse de que mi agonía fuera perfecta? ¿O de verdad la quiere, y yo solo serví para que ellos confirmaran que no pueden vivir separados? Esa duda me atraviesa el alma. Él es el tipo de hombre que siempre te deja en ese limbo mental, preguntándote si eres la villana o la víctima, si tu amor fue real o solo un capricho.

La ironía es una bofetada helada. Él, la persona que ponía su existencia por encima de todo, está a punto de perder su trabajo por esta nueva (o vieja) aventura, mientras se ríe y se la pasa bien con ella. Lo sé por migajas de información, por rumores que logran filtrarse a pesar de mis esfuerzos por no mirar.

Y yo, que puse mi vida en pausa por la promesa que él nunca cumplió, me la paso llorando. Llorando por él, llorando por mí, llorando por el tiempo perdido.

Por favor, díganme algo. Ya no sé qué hacer para que mi mente deje de girar alrededor de él. Es como si me hubieran arrancado una extremidad; sé que no debería andarlo buscando, sé que debo vivir sin él, pero el miembro fantasma sigue doliendo.

Solo quiero dejar de pensar. Quiero que el dolor que él me dejó no sea lo último que me defina.




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