> Querida tú:
Hoy quiero hablarte a ti, que caminas por la vida con el alma llena de pequeñas (o grandes) cicatrices.
A ti, que a veces las cubres para que nadie las vea. Que te convences de que no duelen, de que ya pasaron, de que no importa.
Pero sí importa.
Todas esas heridas cuentan una historia: la tuya. Cada una es prueba de lo que sobreviviste.
A veces miramos nuestras heridas y sentimos vergüenza. Creemos que nos hacen débiles, que nadie podría amar a alguien tan roto. Pero no es verdad.
No eres menos por tener cicatrices.
No eres menos por haber sido herida.
Las heridas nos recuerdan que fuimos valientes incluso cuando no sabíamos cómo. Que nos caímos y nos levantamos. Que a pesar de todo seguimos aquí.
Puedes acariciarlas hoy, con ternura, en lugar de esconderlas.
Puedes aprender a decir: “Sí, me dolió. Pero aquí estoy.”
Porque las personas más hermosas que conozco son las que no temen mostrar las grietas por las que les entra la luz.
Gracias por no dejar que tus heridas te definan.
Aquí estoy, para recordarte que eres más fuerte de lo que imaginas.
Con respeto y orgullo,
Alguien que también sanó poco a poco.
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🌟 Pequeños pasos para convivir con tus heridas
🌸 Toca la zona donde “duele” y respira hondo. Reconócela sin pelearte con ella.
🌸 Escribe en un papel: “Hoy acepto mis heridas como parte de mi historia”.
🌸 Repite en voz alta: “Soy suficiente, incluso con mis cicatrices”.
🌸 Si puedes, habla con alguien de confianza sobre lo que sientes. A veces decirlo en voz alta alivia.