Elizabeth
—Señor Aníbal, creo que no es—
—Yo soy quién manda en esta organización. Yo decido sobre la vida de ustedes. Para ustedes yo soy Dios. —mira serio a papá. —Por lo tanto, mi palabra es ley. Enseña las sabanas. —ordena a la chica.
Esta deja la cesta en el suelo, y toma las ropas de cama y las abre, mostrándolas a todos en la mesa. Los aplausos de parte del señor Aníbal no se dan a esperar.
Mis hermanos tienen una clara expresión de descontento. Estoy segura de que esta era la peor manera de asumir que ya no era su niña.
Solo puedo voltear hacia el ventanal que esta en el comedor. Escucho como una silla es arrastrada, y luego los brazos de mi madre estrechándome con fuerza.
—Lo siento, cariño. —siento como sus lagrimas caer por mis brazos. Sus manos me acercan más a ella, como sino quisiera que me desvaneciera.
—Elizabeth, deja de mimarla. —regaña Aníbal. —Ya es una mujer casada.
Se despeja de mi y bajo la atenta mirada del antes mencionado, vuelve junto a papá, quien trata de reconfortarla abrazándola.
—¡Grandioso, muchacho! —felicita Aníbal a John. —Es mucha sangre…parece que te esmeraste. —y sus carcajadas es lo único que se escucha.
Mis ojos no aguantan las lagrimas. Trato de secarlas cunado están salen sin más y que no queden rastros de ellas, pero la humillación delante de toda mi familia y la John, sus miradas sobre nosotros…sobre mí.
Las señoras se muestran muy contentas con la gran mancha de sangre en las sabanas blancas. La señora Helena me mira con…con lastima. Y no puedo sentirme más humillada. Ella. Mi abuela.
En mi mente todavía esta la conversación que tuvo con mi madre hace unos meses. Y a pesar de no conocerla en su forma de abuela, el simple hecho de no impedir este matrimonio da mucho que decir.
Sentir la mano de John abandonar la mía me hace salir de mis pensamientos, y siento como mi cuerpo se siente desprotegido con esa simple acción.
—¡Es suficiente de esto! —exclama John parándose y volviendo a tomar mi mano, ayudándome a pararme. Pasa un brazo por mi cintura. —Terminamos aquí.
Dicho esto, nos da la vuelta y comenzamos a caminar hacia la salida, para al fin salir de ahí.
—Tú no decides cuando termina esto. —replica un Aníbal enojado. —Así que, siéntate en la maldita mesa.
—Me complace informarle que, —John se gira para verlo. —usted no es mi jefe, ni mi padre, ni mucho menos Dios. Así que, no tengo que darle explicaciones, ni seguir sus demandas. Y mi esposa tampoco.
Y sin más, pone una mano en mi espalda, indicándome que camine. Le doy una ultima mirada a mi familia y lo ultimo que veo es a mi madre abrazando fuerte a mi padre…llorando. A Chris con su esposa, Richard y Alex evitan hacer contacto visual conmigo.
Miro a…a mi esposo, quien tiene una clara expresión de enojo en todo su rostro.
—¿Qué pasa, Eli? —su cara cambia cuando nota que lo estoy mirando.
Llegamos al auto que espera por nosotros en la entrada del hotel. El valer parking sale y nosotros entramos. Una vez estamos ya en movimiento, él vuelve a preguntar.
—Ya dime que te preocupa, Elizabeth. —insiste.
—¿En serio crees que se lo creyeron?
—¿Por qué piensas que no?
—No…no lo sé…solo tengo miedo… ¿y si lo descubren?
—No hay forma de que lo sepan, solo tú y yo sabemos que pasó en la habitación…
Detiene el auto semáforo en rojo, aprovecha la oportunidad par acariciar mi mejilla.
FLASHBACK
Se separa de mí y da un pequeño peso en mi frente. Se aleja completamente de mi, y busca algo desesperadamente en su maleta.
—¿Qué buscas?
¿Acaso…estaba buscando un preservativo?
El simple hecho de pensarlo hizo que mis mejillas se calentaran.
—Estas…estas… —carraspeo.
—Aquí esta. —murmura por lo bajo. Saca un pequeño frasco con una extraña consistencia. Era como…como algo…
—¿Eso es crema? —pregunto.
John se queda estático. Se me queda mirando unos minutos.
—Eh, no. Pero hará que todo sea más creíble.
Toma las sabanas blancas y las tiende en el suelo. Abre el frasco y deja caer el contenido cremoso en ella.
—¿Qué demonios es eso? —pregunto.
—Tengo una navaja en saco, pásamelo, por favor.
Busco donde me indico, y cuando la encuentro, se la paso inmediatamente. Al momento de pasársela, él toma mi mano, impidiendo que me aleje.
—¿¡Qué tratas de hacer!? —exclamo con terror cuando su intención de querer cortar la punto de mi dedo anulas.
—Solo necesito un poco de tu sangre.
—¡Pero ¿Por qué?! ¿Acaso eres vampiro o estas tratando de hace algún ritual?
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Editado: 06.01.2023