O-oh, esas palabras nunca traen consigo nada bueno. Él parece darse cuenta de lo nerviosa que me pusieron esas palabras pero aún así prosigue, no sin antes tomar mi mano como tenemos de costumbre mientras comemos.
》¿Por qué te sientes así? Es decir, sabes que puedes contarme lo que quieras y no te voy a a juzgar, soy tu esposo Milca, no tu padre ──dice y yo, sabiendo que esto no traería ambiente ameno, decido aplastarlo para por lo menos pasar los pocos minutos de la comida en armonía.
──Amor, creo que lo mejor sería comer tranquilos y luego hablaremos de eso. ──Miro su plato y me doy cuenta que ya lleva un poco menos de la mitad──. Por lo que veo será pronto, ──Dirijo mi mirada de nuevo, esta vez de forma indiscreta para que entienda de que hablo, al mismo tiempo añado:──. Quiero pasar tiempo contigo, en el cual no deben existir discusiones. ¿Cuándo me llevaras a conocer tu trabajo?
Ambos charlamos bastante, e incluso nos tomamos la libertad de agarrar un descanso para digerir un poco lo que habíamos comido. Pero como la felicidad dura poco, Aaron me instó a que declarara mis inconformidades respecto a nuestra relación; otra vez.
》Es sólo que me molesta ser tan... no sé como explicarlo, es que, siento que para ti sigo siendo aquella niña de once años que no sabe nada, estoy harta de eso, no me gusta ser la pequeña y frágil niñita, ya estoy casada contigo, algo debe cambiar.
──Eva, tener sexo no hará que te trate diferente, para mi siempre serás mi niña bonita, aunque la diferencia de edad entre nosotros fuera al revés. Además tienes que entender: tú cuerpo aún no está preparado, necesita cambios, todo en ti esta en proceso.
──No me importa la diferencia de edad, solo exijo igualdad. Es incómodo recibir a tus amigos aquí, ellos no saben que soy tu esposa y no me respetan; es como si no existiera, nunca me ha gustado ser la niña de la casa, aquí sólo Jade me toma como una persona normal, y ella me dice nena.
──Entonces no te gusta que te traten bien ──afirma.
──¿Tratarme bien? ¿es eso lo que hacen tus amigos? ──reclamo con falso entusiasmo.
──Estoy hablando de Jade y yo, te tratamos así para que te sientas cómoda ¿mis amigos que importan? Te estas centrando tanto en la opinión de los demás que... Alá, Eva Milca, yo te amo, y te lo digo cada día, ¿entonces qué importa la opinión de los demás?
──También es mi casa, y tengo derechos. Me centro mucho en la opinión de los demás ¡y un carajo! Si estoy en la sala y viene un amigo tuyo debo moverme, y si yo estoy durmiendo a ellos no les importa hacer ruido, además de que sólo hablan de mujeres. Siempre trato de que mis trabajos de campo no se realicen aquí porque mis compañeras son muy chillonas, pero claro, eso tú no lo ves, porque estas muy ocupado organizando tu cena de negocios, y estoy harta. Y no me importa que seas el que nos suple, yo también merezco respeto, ¿no crees? Si no me siento cómoda en mi casa, ¿dónde lo estaré? No puedo salir mientras tus amigos te visitan porque no soy de aquí, no tengo adonde pasar el rato ni amigos a quienes visitar, ¿que es lo que quieres que haga Aaron? ¿que vuelva a─?
──¡Ni sueñes! ──exclama negando con la cabeza──, no puedes hacer eso.
──¿Quién me lo impide?
──Yo. ──Hace una pequeña pausa y me mira, usa esa mirada de impaciencia que me produce ganas de patalear, yo le sostengo la mirada y después de unos segundos la aparto de mala gana──. No me trates así, sabes que te amo y sólo quiero lo mejor para ti.
──Si me amaras me respetaras al menos un poco ──ataco cruzando los brazos.
──¿Qué quieres que haga? ¿te trato de usted? ¿te hipersexualizo? ¡no! Eres una niña, sea como sea, y lo tienes que aceptar. Además no es como si nuestro matrimonio fuera el más normal ──Ese maldito tono autoritario que utiliza es lo que me hace estallar de la ira.
──¡Uy! ¡eres insoportable! ──reclamo en rebeldía evitando escuchar sus razones. Me paro del sillón y camino a paso apresurado para repetir la acción de horas antes.
──¡Milca ven acá! Este asunto no ha terminado, no seas cobarde y resolvamos esto. ──dijo y empecé a correr ya que él me seguía. Sé que esto pasa a ser más que infantil, pero no me importa, estoy enojada y cuando eso sucede, mi lado imparcial hace notable su presencia── ¡Milca!
──¡No me digas Milca! ¡odio ese nombre! ──miento.
Realmente no odio el nombre, pero lo asocio con amor de padres, pues mamá es la única que me llama así (papá también pero puedo contar con los dedos las veces que habla conmigo cada mes), y no me gusta sentir nada que relacione a Aaron conmigo de una forma paternal, a no ser claro que tengamos hijos, en ese caso...
──No corras, ¡mujer! ──Intenté cerrar la puerta de nuestra habitación pero él no me dejó, ¡por el amor que Osiris le guardó a Isis! Por lo menos logré encerrarme en el baño de la pieza──. Eva, abre la puerta o la tiro ──dice con voz fuerte pero calmada── Milca.
──No creo que quieras que muera aplastada por una puerta ──digo con ironía, ya que él no parece tomar en cuenta ese detalle. ¿Por qué no pensé esto antes?── ¿O sí?
──Tanto me exiges que no te trate como niña, pero te estas comportando como una. ──Eso en verdad me dolió, y mucho, y dolió mucho más saber que él tiene razón; pero como ya dije, mi lado imparcial predomina en este momento.
──Nadie te mandó a casarte con una niña.
El silencio reina por unos segundos, la gruesa tensión poduede sentirse, aún cuando somos separados por la puerta de madera. Yo, soltando un suspiro, me siento sobre la tapa del inodoro y enredo los dedos en mis largos risos castaño claros. Sabía que esto iba a terminar en discusión, como todo en nuestro matrimonio. Siento la cabeza muy caliente y lágrimas de enojo amenazan por salir.
──¿Qué dijiste? ──habla un poco más exasperado── ¿Cómo te atreves si quiera a preguntarme algo así, Eva? Sabe que no fue un asunto que pudiese cambiar a mi antojo.