Casada con el demonio

Mi curioso cuñado

Nos sentamos a la mesa a comer, noto que Eduardo me mira de reojo, mientras sirven la comida, y le sonrío de la misma forma como suele hacerlo él, esto parece molestarle, aunque intenta que su rostro no lo demuestre demasiado, pero sé que es un triunfo mío poder comer frente a él cuando se empeñó en la idea absurda de que le suplique comida. Sin embargo, tampoco parece muy feliz por la presencia de su hermano y eso me despierta una enorme curiosidad ¿Será que ambos hermanos no se llevan muy bien? Si los miró con atención notó que no comparten muchos rasgos, salvo la nariz y la forma de sus cejas, pero el color de sus cabellos, sus ojos, y todo lo demás es distinto. El cabello de Cristian es negro, y sus ojos un verde grisáceo.

 

Eduardo tose intentando que el silencio desagradable siga estando presente, pero Cristian no parece animado a conversar y come sin decir palabra alguna. Es como si quisiera en forma intencional ignorarlo. Y no sé si también el hecho de no quitarme la vista en todo momento lo hace solo para molestarlo más. Suspiro, cansada de su vigilancia, porque me siento obligada a cumplir con todas las normas de educación que me repetía mi madre, más con su mirada tan seria que observa con severidad cada uno de mis movimientos como si esperara que cometiera un error.

 

—Lo que aún no logro entender es ¿Qué haces aquí? No fuiste a mi boda, ni siquiera me llamaste para felicitarme, y luego, justo a un día, te apareces como si nada —Eduardo le sonrió sin muestras de molesta—. Me casé ayer ¿No crees hermano que lo único que quiero hoy es estar a solas con mi mujer?

 

Lo quedé mirando en forma disimulada, si no estuviera sonriendo, con esa expresión tan tranquila cualquiera diría que lo que acaba de decir fue con la intención de ser grosero con su hermano. Pero no, ahí está tal cual príncipe perfecto de gran corazón. Entrecerré mis ojos porque la verdad que con ese tono de molestia con que le habló, aunque sonría sé que solo su falsa máscara de perfección. Y creo que Cristian también lo sabe, ya que solo se quedó mirándolo arrugando el ceño y luego carraspeó con fastidio.

 

—Mamá me obligó a venir, tú sabes cómo es ella, se le mete algo en la cabeza y no deja de insistir hasta que todo es como ella quiere —le respondió.

 

—¿Y desde cuándo eres tan obediente? —la risa de Eduardo se extendió por el comedor.

 

—Desde hoy —le sonrió con ironía—. Además, mis intenciones no era verte a ti sino a tu novia.

 

Eduardo dejo de sonreír y apretó los dientes en una mueca de molestia, que pasó casi desapercibido, pero me dio la idea que la relación con su hermano puede ser peor a la que imaginaba. Mi curiosidad aumenta ante la tensión que se ha levantado entre ambos.

 

—Querías ver a Katrina —habló con voz gruesa, Eduardo, sin dejar de mirarlo a los ojos.

 

Cristian quien intentó mantener su mirada en él al final se doblegó desviándola hacía el piso.

 

—Sí —respondió mirándolo levantando la cabeza—. Y tú sabes perfectamente porqué...

 

Eduardo golpeó la mesa ofuscado poniéndose de pie de golpe asustando a sus sirvientes que sorprendidos no dejaban de mirarlo, tal vez les resulta extraño ver la expresión de rabia de aquel hombre que parece que nada podría molestarlo.

 

—Lo siento —señaló volviendo a tomar asiento—. Me deje llevar.

 

Pero a pesar de decir eso no deja de mirar a Cristian con rencor. Como si algo hubiera en él que no le permite estar tranquilo, y es mutuo porque su hermano lo observa de la misma forma. Y aunque la tensión es cada vez más incómoda yo sigo ahí mirándolos en silencio, cual espectadora esperando algo más.

 

En tanto ellos tienen su "pequeña" discusión voy por el segundo plato, aprovechando la distracción para comer el doble de lo normal, así como los camellos tener reservas alimenticias. Eduardo ya no parece prestarme atención mirando lo que yo como con ansiedad. Por ahora solo está atento a su hermano. Y aquel que en un principio no dejaba de mirarme ahora come con sus ojos fijos en el plato.

 

—Ella no la va a reemplazar —dijo Cristian señalándome con el tenedor—. Y lo sabes. Yo que tu hubiera cancelado todo y me hubiera ido a casa.

 

—Pero no eres yo —le sonrió Eduardo.

 

Tampoco mi intención es reemplazar a Katrina, arrugué el ceño cuando me incluyeron en su discusión, no me interesa ser parte de eso, ni siquiera debería estar aquí sino fuera por las amenazas de la madre de ellos. Suspiré hasta que llegaron los postre y me olvidé de los odiosos hermanos. Que sigan peleando por mi hermana, eso no era mi asunto.

 

—Y aunque no quieras escucharlo, Katrina no solo me abandonó a mí, a ti también —y dicho esto Eduardo se levantó de la mesa sin terminar de comer.

 

Pude ver la rabia en el rostro de Cristian quien se levantó de golpe tirando su servilleta hacia la mesa. Y salió sin siquiera decir nada.

 

Me quede aún más confundida ¿Katrina los abandonó a ambos? ¿Qué clase de relación tenía mi hermana con esos dos? ¿Un trio? ¿O el tal Cristian solo estaba embobado con ella y no fue mutuo? No lo entiendo, ella jamás me habló de él, aunque debo confesar que las últimas veces no hablábamos mucho y siempre estaba encerrada en su habitación.

 

Fue un almuerzo bastante incómodo, por lo que sentí un enorme alivio cuando ambos se excusaron saliendo del comedor. No quise pensar más en el tema de mi hermana y de esos dos, solo enfocarme en comer y aproveché a pedir doble postre y llevarme uno a mi habitación, y mientras caminaba alegre y satisfecha no pude evitar dar un salto cuando me encontré con “mi cuñado” apoyado en la puerta de mi habitación con los brazos cruzados. Parece serio e incluso veo rencor en sus ojos cuando levanta su cabeza al verme.




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