Casada con el demonio

El demonio

Desperté de golpe al sentir que alguien entraba sin cuidado a mi habitación incluso golpeando la puerta casi contra la pared. Di un salto, asustada, creyendo que nos están asaltando o algo así y me senté en la cama aun sin poder despegar los ojos, cuando vi que se trataba de Eduardo quien no deja de mirarme con los brazos cruzados. Le lancé una maldición antes de meterme de nuevo a la cama cubriéndome la cabeza con la almohada para ignorarlo.

 

—¿Tú crees que solo con un cachito de crema basta para perdonarte? —replicó molesto en un tono severo típico en él.

 

—¡Ya déjame dormir! —le grité ya fastidiada, no respeta ni siquiera mi sueño. Además, es un mal agradecido, le di una delicia y ni siquiera me da las gracias. Lo hubiera sabido me lo como yo.

 

—Bueno, tú te lo pierdes, yo tengo algo que es mil veces mejor que un cachito de crema —habló en forma insinuante.

 

Me destapé de la cama con algo de temor, pero la curiosidad es mucho mayor, más aún con su tono de voz y cuando lo miré me quedé boquiabierta, se acaba de sacar la bata y esta yace en el suelo, a sus pies, mientras que está completamente desnudo y con su parte intima embetunada de crema.

 

—¿Qué estas esperando? —sonrió sentándose en el sofá mientras el fuego de la chimenea atrás parece darle mayor presencia, es como si viera al demonio sentado en su sofá rodeado de fuego sonriendo en forma sensual—. ¿No tienes ganas de probar este cachito con crema?

 

No tuve palabras, ni siquiera puedo cerrar la boca por la sorpresa mientras que él sigue mirándome con maldad. No pude ni dar un paso cuando todo se puso negro. Di un salto en la cama, bañada en sudor, dándome cuenta de que todo no había sido más que un sueño. ¡Maldito sueño! Maldita cabeza traidora que me engaña con ese tipo de sueños, ahora no puedo volver a dormir, no puedo olvidarme de esa escena.  Pero fue tan real que me asusta ¿Qué tal si no fue un sueño y de verdad vino acá a torturarme con su intimidad bañada en crema, y yo me desmayé y el huyó? Es loco, lo sé, y cualquiera desecharía esa idea, pero estamos hablando de Eduardo Tovar y ese tipo por molestarme es capaz de hacer cualquier cosa.

 

Debo confirmarlo y por eso debo ir al dormitorio de la bestia. Así que con cuidado me levanté de la cama, abrí la puerta asegurándome que nadie estuviera en el lugar y me deslicé por el silencioso pasillo caminando a esa habitación que tenía prohibido acercarme y explorar, esto me recuerda al cuento de la Bella y la Bestia que tenía su habitación prohibida y que Bella al entrar descubría que se devoraba animales silvestres. Me imaginé a Eduardo haciendo eso y sentí escalofríos por todo el cuerpo, algo me dice que debo volver, más aún cuando mis pasos suenan como si alguien me siguiera. Resultando más ruidosos de lo que quisiera.

 

Al llegar frente a su puerta, suspiré arrepentida, tal vez no debería estar acá.

 

—De todas formas, debe tener la puerta con seguro —pero al querer hacer la prueba, el picaporte giró y la puerta se abrió. Eso fue como el empuje que necesitaba para no perder la oportunidad de descubrirlo con las manos en la masa.

 

Entre con lentitud, sintiendo su profunda respiración, el cuarto esta tan oscuro que solo me guio por eso. Cerré los ojos para acostumbrarme a la oscuridad para no tropezar con algo que delatara mi misión secreta, hasta llegar a su cama. Y aunque vengo molesta, con unas crecientes ganas de jugarle una broma pesada por meterse en mis sueños con sus insinuaciones sexuales, no pude evitar mirarlo con detención mientras duerme, se ve tan indefenso que me siento culpable. Me inclino a observarlo con mayor atención. No puedo negar que luce guapo, ahí durmiendo con su torso desnudo, su piel tan perfecta que me dan ganas de tocarlo, y solo me muerdo los labios para no cometer una tontería como esa ¿Quién puede creer que un tipo tan odioso como este pueda lucir tan bien incluso cuando duerme? ¡Te odio, hombre guapo y apetecible!

 

Me levanté de golpe molesta conmigo misma y mi mente que no deja de pensar en ese sueño, cuando en eso siento que me toman de la muñeca, giré asustada viendo a Eduardo con los ojos abiertos. Se ve tan serio que trague saliva sin poder explicarle que hago aquí, a estas horas y espiándolo. Solo sonreí con torpeza.

 

—Soy Sonámbula, no me di cuenta como llegué aquí —dije lo primero que me vino a la mente.

 

—Aja —respondió entrecerrando los ojos sin creerme.

 

—Lo digo en serio —me excuse intentando soltarme de su agarre—. Me iré a mi habitación y…

 

Sonrió con malicia, hasta reírse a carcajadas, yo lo miré estupefacta sin saber qué hacer, sin siquiera poder ahondar en la tontería que había usado como excusa. Pero me quedo mirando con atención y de un tirón me acercó a él hacia la cama, y ante que pudiera huir me rodeó con sus brazos.

 

—Ya que no puedes dormir sin mi te daré en el gusto —me susurró al oído.

 

Mi cuerpo se estremeció por completo al sentir su tibio aliento en mi oreja.

 

—Y no te olvides que aún no te he perdonado por lo de ayer, ¿Tú crees que solo con un cachito de crema basta? —reclamó con los ojos cerrados.

 

El calor subió a mi cabeza, no solo por el perfume que despide su cuerpo, o su corazón al sentirlo latir tan cerca de mi espalda, sino porque lo que acababa de decir eran las mismas palabras del Eduardo desnudo embetunado en crema que apareció en mis sueños y eso me puso más nerviosa, intenté zafarme, pero no me deja ni mover los brazos.

 

—Sí, mira la verdad si venía a espiarte, pero solo para asegurarme que no me espiabas —tal vez si soy sincera me escuchará y me dejará al darse cuenta de que no he venido a verlo por ser una fisgona.

 

—Ok —respondió con los ojos cerrados—. Y por eso tenías que espiarme tan cerca, hasta se te caía la baba.




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