La rueda de mi bicicleta se estremeció un poco y de nuevo volví a tener el control. La acera aun se encontraba mojada por la lluvia del día anterior (a pesar de que en este momento el sol se hallaba en su máximo esplendor). Los árboles se mueven con una sutileza relajadora a la vista, efecto de la poca presencia del viento. Los colores de las casas del vecindario son fascinantes. Saludo con rapidez a un vecino que revisa su buzón, y continúo pedaleando. Desde que Nolan y yo comenzamos a vivir juntos, nos hemos estado repartiendo las tareas de la casa constantemente, hoy me ha pedido que vaya por pan caliente, para desayunar junto con el omelett, un tazón de fruta y jugo de naranja que había prometido tener listo Nolan para cuando yo regresara.
Acomode mi bicicleta en el jardín, tome la bolsa del pan y me dispuse a entrar a la casa. Me quite los zapatos en la entrada, cruce el pasillo y me asome antes de entrar a la cocina para confirmar si Nolan había cumplido su promesa, y efectivamente, él estaba ahí, de espaldas, con la espátula en la mano, frente a la estufa. En la mesa ya estaba servido el jugo de naranja, incluso café y los tazones de fruta. Sonreí y entre a la cocina, dejé el pan sobre la mesa, y me acerque a donde estaba Nolan.
—Se ve bien —dije cuando él estaba apunto de dar la vuelta. Se sobresalto bastante, y por ello, accidentalmente mando a volar el omelett por la ventana.
—No sabía que habías llegado, ya te dije que me avises cuando regreses —. Me reí, la última vez había mandado a volar en dentífrico por la ventana del baño.
—¿Te ayudo con eso?
Una vez hubiésemos terminado los omelett, nos sentamos a la mesa y comenzamos a comer el desayuno, le platique a Nolan sobre unos proyectos futuros que tenía. De repente él había soltado una risa, no entendí por qué.
—Viéndonos aquí sentados, desayunando, recordé algo. Ingrid ¿sabes que me contó nuestra vecina, Lourdes, ayer?
—¿Qué te contó? —le pregunte, curiosa.
—Me dijo que en el vecindario andan diciendo que nosotros parecemos esposos.
Nos miramos con seriedad por un segundo, luego ambos soltamos una gran carcajada.
Nolan y yo solo somos amigos. Nos conocimos hace unos años atrás: ambos nos habíamos encontrado en la misma entrevista de trabajo, en ese entonces era la primera vez que pedía trabajo en una empresa y estaba muy nerviosa, afortunadamente no era la única persona nerviosa ahí, y tampoco la primera en pedir un trabajo en esa empresa. Nolan y yo nos mostramos cierto apoyo para la misma entrevista; lo habíamos tomado como simple amabilidad. Al final, los dos fuimos contratados y ese fue el inicio de una amistad cercana entre los dos. Tiempo después había logrado acumular el dinero suficiente para poder comprar una casa en un lugar tranquilo (algo así como la casa de mis sueños), antes me sentía un poco sola e iba a visitar a Nolan a su departamento y buscábamos algo que hacer para no estar aburridos. Desde entonces los rumores de que nosotros estábamos en una relación ya estaban presentes, al principio nos sentimos incómodos, incluso habíamos dejado de vernos por ciertos periodos de tiempo debido a eso. Después de todo, nos dimos cuenta de que lo que decían de nosotros era algo por lo que no debíamos preocuparnos mucho, así que ahora nos reímos de eso. Sobretodo por que cuando Nolan perdió su trabajo y ya no podía seguir pagando el alquiler, fue entonces que le propuse que viviera conmigo, algo que hizo que nuestra amistad se volviera más valiosa. Sí, sabíamos que los rumores comenzarían de nuevo, y muy probablemente, con más fuerza, así que hicimos una apuesta.
—No, yo gané —me dijo mientras se comía un trozo de fresa —, te dije que comenzarían a hablar después de los cinco meses.
—Que mentiroso, yo dije que a mitades del cuarto mes.
—¡Por eso! yo gané, ahora tienes que pagar la apuesta.
—¿Quién me asegura que no comenzaron a hablar antes?
—Quedamos en que sería desde el momento en que nos enteráramos que hablaban.
—No lo recuerdo.
Nolan me miro con seriedad, masticando ahora un trozo de melón. Comprendí muy bien lo que quería decir con ese gesto.
—De acuerdo, tú ganas —dije, y Nolan se puso contento. Saqué los billetes.
Me puse el delantal negro, los guantes amarillos, y me dispuse a recoger los trastes sucios. Mientras los lavaba, Nolan, quien se había ido a la segunda planta porque me había dicho que quería seguir jugando con el nuevo videojuego que se había comprado hace poco, bajo por las escaleras y me hablo.
—Ingrid, me voy a bañar ¿sabes si el agua esta caliente?
—Puede que este algo tibia, espérame, también me quiero bañar.
—Esta bien, entonces te espero en la ducha.
Lleve las toallas para secar y un jabón porque a Nolan se le había olvidado. Me desnude y lo acompañe en la ducha.
—¿Quién es? —preguntó, tenía la cara y los ojos cerrados, y enjabonados.
—¡Soy yo! ¿quién más va ser? —me reí, por su comentario sin sentido —¿esperabas a alguien?
—Te tardaste, ya casi no hay agua caliente.
—Hazte aun lado —lo empuje—¿no me dijiste que no había jabón?
—No lo encontraba, después me di cuenta de que estaba tirado en el piso.
—Ya traje este asi que lo usaré —hice círculos en mi pecho con el jabón nuevo —. ¿En que nivel vas de ese juego?
—A cabo de pasar al trece. Oye, talla mi espalda —me dio la esponja, luego se volteo. Nolan resbalo y casi se cae, por lo que tuve que tomarlo del brazo y apoye después mi mano en uno de sus hombros para que mantuviera mejor el equilibrio y además pudiera tallar bien.
—¿Al trece tan rápido?
—Estuve jugando gran parte de la noche.
Después de la ducha, Nolan regreso a su habitación y se encerró a seguir con su videojuego mientras tanto yo escogía en mi habitación la ropa adecuada para salir con unos amigos más tarde, en la noche.