Regina...
Ella era mi madre y yo el fruto de una relación pasajera que tuvo con un hombre, que según ella no la merecía. Nunca conocí a mi padre y mí madre nunca me habló de él, si no era para decirme lo poco que la merecía.
- Ashley. - Me llamó con prisa ya que según ella, yo estaba perdiendo el tiempo. Me acerqué y mi madre pasó rápidamente sus manos por la falda de mi vestido.
- ¡Ya mamá!. - Protesté apartando sus manos de mi y me miró bruscamente, mientras recuperaba su bolso de una mesa cercana.
- No vas a estropear este momento. - Me subrayó y se volvió. Dio la mejor de sus sonrisas y abrió la boca - Aquí, Geo... - Al oírla la remehé de mal modo y lo escuchó. Geovanni... Rico, apuesto y eterno. Mi madre lo conoció en una fiesta hace años, desde entonces eran amigos y hacía poco que pactaron un matrimonio. Mi matrimonio con Geovanni... A él no le interesaba yo, le interesaba el hijo que debía darle. El matrimonio solo fue una cláusula mas en su trato. Nosotras... Mi madre recibiría una buena suma de dinero y nos separaríamos dejando a mi hijo con él, rechazando todo el derecho a ser su madre.
- Por favor, por aquí. - Habló el abogado de Geovanni. Caminé con ellos y observé el jardín del hotel por unos enormes ventanales, fuera se preparaba una boda de verdad. Lo nuestro era un mero trámite frente a un juez.

Firmamos lo debido y... ¡Tachán! Ya era la señora Luna. Geovanni Luna agradeció al juez como a su abogado y mas tarde habló con mi madre en un rincón de la recepción del hotel. Yo era sólo un objeto y Regina una mala madre... Hablaba con Geovanni sobre como sería nuestra vida ahora, donde viviríamos, cuanto tiempo, cuando cobraría el dinero... En una ocasión mi madre rió como una distinguida mujer y vi como tocaba el brazo de Geovanni. Le gustaba. Geovanni buscaba una chica joven para tener ese hijo, y mi encantadora madre no había dudado en ofrecerme. Geovanni desvió de pronto su mirada hasta mí y me sorprendí. Me miró durante varios segundos y eso fue mucho, pues solía pasar su mirada por mi sin detenerla. ¿Cuantos años debía tener?... Mi madre lo atrajo con algún comentario y Geovanni dejó de mirarme. Los segundos me parecieron minutos...
Cuando pude sacarme los incómodos zapatos me sentí aliviada. Miré a mi madre que colocó sobre una gran cama un camisón o un trozo de tela. Era tan pequeño que dudé de que me cubriera.
- ¿Pero que haces ahí?. Levántate y ve al baño a prepararte. - Me dijo Regina mirándome y contempló el camisón. - Tienes que estar lista para tu marido.
- No voy a entregarme a él. - Salté defendiendo lo único que tenía y que no le pertenecía. Mi virginidad.
- No seas tonta. - Ladró ella y me hizo ponerme en pié. Me giró y bajó la cremallera de mi vestido, el cuál se deslizó por mi cuerpo y acabó en el suelo quedando yo en ropa interior, también escogida por ella. - Geo es un hombre fabuloso, guapo, distinguído e inteligente...
- Y con dinero. - Me atreví a interrumpirla. Regina me giró bruscamente y yo me quejee.
- ¡Pues si!, Geo tiene montones de dinero y no lo vamos a dejar escapar. - Respondió mostrándose ambiciosa, nunca lo había ocultado y siempre quiso que yo fuera igual. Casi lo era... Siempre viví por encima de nuestras posibilidades. Nunca había tenido necesidad, había estudiado, tocado el piano y varios instrumentos más, había aprendido un sin fin de cosas que según ella, debía saber una señorita como yo. - Te recuerdo que estamos endeudadas y que esto lo hacemos las dos.
- Yo nunca quise. - Le reproché y negué preguntándole. - ¿Pretendes de verdad que me quede embarazada de él?.
- No... - Susurró y me agarró de la cara mientras me dijo como si nada. - Pretendo que abras las piernas y lo hagas disfrutar como ninguna otra mujer lo haya hecho.
- ¡Mamá!. - Me escandalicé . Me soltó y fue hasta una mesita de donde cogió su bolso. Al acercarse de nuevo me mostró una pastilla para no quedar embarazada.
- Tomatelá, vamos. - Me cogió la mano poniéndome en ella la pastilla y cerró mi mano diciéndome. - Cámbiate. Yo bajaré y diré a Geo que no tardarás. - Se giró luego abandonando la habitación y miré mi mano.
Dejé la pastilla en el lavabo del baño y me observé en el espejo, luego hice lo que mí madre esperaba de mi. Tras ducharme, me embutí en el pequeño camisón y tocaron a la puerta. Mi esposo había llegado y volví la mirada hacia la pastilla, sintiéndome desprotegida y sucia.
Cuando salí del baño, Geovanni me esperaba con una copa de champán junto a la puerta de un enorme balcón y me miró. Se había quitado la chaqueta como la corbata y desabrochado parte de los botones de la camisa. Me di cuenta de la suerte que había tenido, mi madre podía haber escogido para casarme a uno de esos viejos al borde de la muerte. Los ojos verdes claros de mi ahora esposo, me recorrieron de arriba a abajo y me quedé sin respiración... Lo que provocó que la parte mas loca en mí, quisiera correr a sus brazos y meterle la lengua hasta la garganta, pero por fortuna o desgracia tenía una parte menos loca que me lo impidió.
- ¿Champán?. - Me preguntó y miró una mesita con todo preparado, incluyendo una cena que tenía pinta de ser exquisita. Caminé entonces hasta él y tomando de su mano su copa, bebí de ella asegurándome de dirigír en todo momento mis ojos negros a los suyos. Mojé mis labios con el champán y Geovanni me cogió la copa caminando hasta la mesita. Lo miré y lo vi servír otra copa.
- ¿Que lleva a un hombre como tú a buscar un hijo así?. - La curiosidad hizo que la pregunta escapara de mis labios. Mi madre me hubiera dado una bofetada por importunarlo.