Según Nicolás una noche de cada diez años la luna brillaba con todo su esplendor sobre la isla Luna, su luz llenaba a aquel viejo y sucio pozo de agua pura y cristalina. Me incliné sobre el pozo incapaz de creer que de él pudiera emerger agua, mas aun aquel agua pudiera otorgar la inmortalidad a quien la bebiera y Nicolás sonrió a mi lado.
- ¿Sabes lo que ocurre cuando un inmortal vuelve a beber de este pozo?. - Me preguntó Nicolás. Luego miró a Geovanni y yo me volví hacia él.
- Dentro de tres años se habrán cumplido los diez años y el pozo dará agua. - Me habló Geovanni acercándose a mi. - Si bebo de él perderé mi inmortalidad, Ashley.
- Es una locura, ya se lo e dicho. - Nicolás comentó detrás de mi. - Pero está mas enamorado de ti que de la vida eterna.
- Gracias, Nicolás. - Geovanni le dedicó una sonrisa.
- Para servir. - Respondió Nicolás con simpatía.
- ¿Dejarás de ser inmortal?. - De mis labios escapó aquella tonta pregunta, pues ya conocía la respuesta. Geovanni me respondió con un cálido beso, sin importarle que Nicolás estuviera presente y tras el contacto de nuestros labios me susurró que me amaba, que amaba a nuestra hija y solo deseaba envejecer a mi lado y llegado el día... Abandonar este mundo antes que yo, pues no soportaría la idea de perderme él a mi primero.
En el camino de regreso a la mansión, Nicolás me estuvo contando como era Geovanni de niño. Me contó que fue un niño inquieto, siempre de un lado para otro, siempre alegre y gracias a sus padres siempre feliz. Que Geovanni había adorado a sus hermanos y estos lo habían adorado a él. Pensé en la pequeña conversación que mantuve con Geovanni tras nuestra mañana en la casa de la familia Lopéz, él había crecido rodeado de hermanos y puede que por ello quisiera que nuestra pequeña Elisabeth, supiera lo que era tener hermanos que te quieran y se preocupen por ti. Decidí, sin decírselo, que quería hacerlo, quería que Elisabeth tuviera un hermano o hermana, que crecieran juntos, jugaran, rieran y dieran todo el uno por el otro. Pensar aquello me hizo recordar que Toby Osmo era hijo de Nicolás y por lo tanto... Mi hermano.
A nuestra llegada a la mansión nos recibió una de las doncellas con un nudo de nervios. La boda se llevaría a cabo a media mañana y según nos comentó, mi madre estaba de mal humor pues yo había desaparecido justo un día tan importante para ella. Libré a la doncella de toda preocupación y me despedí de Geovanni y Nicolás, para reunirme con mi madre.
A media mañana todo estaba listo para el enlace que se celebraría en los jardines y mas tarde, la fiesta tendría lugar en los salones de la mansión. Todo estaba hermosamente adornado y gracias a dios la lluvia no había estropeado la decoración. Mi madre con un precioso y caro vestido, lucía radiánte. El juez que la casaría con don Esteban era el mismo juez que nos casó a Geovanni y a mi. Durante la ceremonia Elisabeth en mi regazo estaba alegre y feliz, claro que eso se debía a que Geovanni se la pasó haciéndole mimos y carantoñas a su pequeña. Por mi parte presté mayor atención a la ceremonia y a los invitados. Candela no había podido evitar echarse a llorar desde el primer segundo y Toby a su lado le había hecho entrega de un pañuelo, mientras sonreía divertido. Nicolás me contó que tras la muerte de la madre de Toby, este se trasladó a vivir con la familia Caldo, don Esteban había aceptado recibirlo en su familia si se despojaba del apellido Luna, tampoco quiso que usara el apellido Caldo, pues era deshonroso para la familia y Toby tomó el apellido Osmo.
- Deberías hablar con él. - Las palabras que Geovanni me susurró al oído me pillaron de sorpresa. Nuestras miradas se cruzaron y Geovanni habló a favor de su buen amigo. - Toby te aprecia.
- Siempre creí que todo cuanto tenía era a mi madre. - Le respondí y miré a Regina en mitad del intercambio de alianzas.
- Dejó de ser así el día que nos convertimos en marido y mujer.
- Lo sé. - Sonreí mirándolo y llevé mi mano a su mejilla.
- Aquel día yo dejé de estar solo, gracias a ti.
- Gracias a Regina, que me sacó de la universidad para casarme contigo. - Dije casi con gracia. - Aun me pregunto como fue que ella me ofreció tan abiertamente.
- Yo le pedí que fueras la madre de mi hijo. - Las palabras de Geovanni me recorrieron como un escalofrío y él reconoció. - Te había visto en numerosas fotos, Regina siempre presumía de lo hermosa e inteligente que era su hija. Deseé conocerte, hacerte mía y tenía la escusa perfecta. - Al acabar aquellas palabras Geovanni miró a nuestra hija y yo sonreí encantada de saber que aun sin conocernos, él ya me deseaba.
Cuando quisimos darnos cuenta el juez amigo de Geovanni, había declarado a mi madre y don Esteban marido y mujer. Los invitados se pusieron en pié aplaudiendo y mi querida madre se mostró encantada... Al fin era la esposa de un hombre rico y respetado. Geovanni tomó a Elisabeth de mis brazos y yo acudí a felicitar a mi madre. Con ella me fundí en un abrazo y la felicité, deseaba que fuese feliz y yo sabía que lo sería. Le hice saber durante aquel abrazo de cual feliz estaba por ella y de que aunque nuestra relación madre e hija no estaba atravesando su mejor momento, siempre me iba a tener para lo que necesitara.
- Ashley. - Mi madre rompió nuestro abrazo para tomarme de la cara con sus manos, del mismo modo que lo hacía cuando era pequeña y lo hacía ahora con su nieta. - Eres mi mayor tesoro y nada, ni nadie podrá cambiar eso. - Tras sus palabras me hice aun lado para dejarla saludar y recibir las felicitaciones de los demás invitados.
- Mamá. - Elisabeth se me acercó corriendo y se aferró a mis piernas. Sonreí y la cargué en brazos mientras la besé amorosamente.