Casada Con Un Rico Heredero [ Libro 2 ]

3. Tantas Preguntas Y Ninguna Respuesta.

Sus manos recorrían mi cuerpo desnudo. 

 

— Isabella. — Pronunciaron sus labios sacarme de mi boca un ahogado gemido. — Echaba tanto de menos el calor de tu cuerpo junto al mío.

 

— Nicholas... — Exhalé, aferrándome a sus hombros cuando subió hasta besarme en la boca, sabiendo que mi cuerpo buscaba el suyo. Sería mentira si dijera que no me interesaba Nicholas, que mi amor por él se murió. Pero también era consciente de que estábamos más que separados, juntos, lo único que hacíamos era destruirnos. 

 

Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente pude ver que Nicholas Santana no se encontraba en mi cama. 

 

— Estúpida. — Me acusé dando un suspiro. 

¿Qué esperaba de un encuentro fugaz? ¿Acaso creía que se iba a quedar conmigo? 

 

Observé sobre la mesilla de noche una nota y bajo ella un sobre marrón. Agarré entonces la nota y vi que era un mensaje de Nicholas, algo que me recordó a la primera vez que estuvimos juntos. 

«Gracias por pasar la noche conmigo, sé que no soy lo más sano pero añoraba sentirte cerca».

Por alguna razón, leer sus palabras provocaron que mis ojos derramaran unas lágrimas. Había llorado por él tanto tiempo atrás, que unas simples palabras escritas habían hecho que mi corazón se afrigiera. 

«Solo a ti te pertenece decidir que hacer con el apartamento. Es todo tuyo».

— ¿Todo mío? — Me pregunté dejando la nota sobre la cama y agarrando el sobre, viendo lo que tenía en su interior. Sobre la cama cayó unas llaves y saqué unos papeles, viendo que era las escrituras de propiedad del apartamento. Me sentí entonces como si me hubiera pagado la noche compartida. — Nicholas... Maldito. 

 

Sentada en el sofá miraba las escrituras del apartamento y las llaves, podía utilizarlo junto con el dinero que tenía para comprar a Abiel. 

 

— ¿Pero cómo lo hago? No puede saber que soy yo. — Hablé levantándome del sofá y me acerqué hasta una mesita, de donde cogí una pluma y un blog de notas. Volviendo a sentarme escribí tantas notas distintas, quería comprar su sangre pero... ¿Cómo expresar algo así? No era tan sencillo. — No. — Gruñí dejando el blog y la pluma, sería mejor pensar antes lo que debía de escribirle. 

Suspiré caminando hacia el dormitorio para darme un baño, esta noche sería la fiesta en el club y allí vería a Nicholas con su esposa, ¿Qué cara pondrían al verme aparecer del brazo de Abiel? 

 

Me desnudé metiéndome en la bañera y pensando en todos los conflictos que tenía. ¿Cómo decirle a Nicholas que teníamos una hija? ¿Cómo poder comprar a Abiel su sangre? Eran tantas cosas y estaba yo sola. En esos momentos echaba de menos hablar con Jaime, pero él estaba de luna de miel con su recién esposa, Natalia Reyes.

Hundí mi cabeza bajo el agua queriendo tener la mente en blanco y despejarme de todo lo que me estaba agobiando. Cuando abrí mis ojos vi a Abiel que me agarraba entre sus brazos. 

 

— ¡Isabella! — Dijo con el rostro serio, me enderecé viendo que me encontraba en el suelo del baño. 

 

— ¿Pero... ? — Solo dije viéndome entonces desnuda. Aparté a Abiel de mí dándole en un reflejo una cachetada en la cara, para después cubrirme con mis brazos. 

 

— ¿Pero que haces? — Se quejó llevándose la mano al rostro. — Deberías de tener más cuidado de no dormirte en la bañera. Podrías haber muerto, estúpida. — Se encontraba preocupado. 

 

— Abiel, gracias. — Agradecí avergonzada, cuando él cubrió mi cuerpo con una toalla. 

 

— Me has preocupado cuando no contestabas. No vuelvas a hacerlo. 

 

— Lo-lo lamento. — Contesté, llevándose Abiel la mano a su rostro. — Gracias por salvar mi vida. 

 

— No vale la pena sufrir por quien no se lo merece. — Pronunciaron sus labios. — Si tienes que decir las cosas, hazlo. — Después se levantó y me quedé mirándolo. ¿Qué me estaba tratando de decir?

 

— De nuevo, gracias. — Solo podía agradecer enormemente lo que hizo, avergonzada de haberle devuelto el favor con una bofetada. Abiel me agarró de los brazos levantándome del suelo. 

 

— Ya basta de gracias, ahora tu vida me pertenece, ¿no? - Habló con una sonrisa y elevé las cejas. 

 

— ¿Qué? — Pregunté cubriéndome con la toalla. 

 

— Te he salvado la vida, ¿no es así? — Recalcó Abiel agarrando un albornoz y extendiéndolo para mí. — Póntelo, no quiero que te pongas mala y que no puedas venir conmigo a la fiesta del club. 

 

Más tarde Abiel no pudo evitar reírse y le lancé un cogín. 

 

— No te rías. — Protesté agarrándome al albornoz.

 

— Es que me produce tanta risa saber que te has acostado con tu ex. — Me respondió Abiel de pie y dejando el cogín en un sillón. 

 

— ¿Y ahora que hago? — Abiel se inclinó acercando su rostro al mío. 

 

— Si quieres, yo te puedo borrar su huella con mi cuerpo. — Propuso conteniendo una sonrisa. 

 

— Ya. — Bramé colocando mi mano en su rostro y apartándolo de mí. — Esto es muy serio. 

 

— ¿Cómo de serio? — Me preguntó Abiel y se sentó a mi lado en el sofá. 

 

— Mucho, muy serio. — Respondí. 

El asunto también iba con él, ¿cómo podía pedirle que ayudará a mi hija? 

Una de sus manos se puso entonces sobre la mía y lo miré, sintiendo vibrar mi corazón con calidez. ¿Pero por qué era tan bueno conmigo?

 

— Todo tiene solución menos la muerte. — Me indicó Abiel y se levantó. — Si no hablas, nadie podrá ayudárte. 

 

— Hablar. — Pronuncié y él colocó su mano en mi cabeza. 

 

— Si, eso mismo, hablar. — Repitió y golpeé su mano, haciendo que sonriera. — Nos vemos a la noche para la fiesta. — Caminó para la puerta y observé en la mesita las escritura del apartamento y las llaves, pero no solo eso. 



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.04.2021

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