Casada Con Un Rico Heredero [ Libro 2 ]

5. Un Llanto Al Amor.

Caminaba de un lado a otro por el despacho de mi abuelo, el señor De Luque.

 

— Isabella. — Me llamó mi abuelo y me detuve mirándolo. 

 

— Debería de hacerle caso a su abuelo. — Intervino Roberto a su lado y me acerqué hasta ellos, sentándome en una banqueta.

 

— No puedo aceptar la herencia que le pertenece a Richard. — Le hablé a mi abuelo y Roberto me sonrió.

 

— Richard ha accedido a darte el control del club.

 

— ¿A accedido? — Pregunté y el señor De Luque me asintió.

 

— Isabella, no le estás quitando nada a mi nieto. Él es un buen abogado y el día de mañana será quien manejará todo lo que su padre construyó.

 

— Pero... — Dudé agarrándome el vestido con las manos. No estaba segura de ocupar el lugar de él. — Prefiero no hacerlo.

 

— Isabella. — Roberto me llamó para que lo mirara. — Es una gran oportunidad para ti y para Patricia. — No dudaba de que pudiera ser así pero, ocupar el lugar del señor De Luque.

 

— Me gustaría pensarlo. — Pedí y mi abuelo me agarró las manos. 

 

— No lo pienses mucho. Me marcharé pronto a Asia para levantar el próximo club De Luque.

 

— ¿Cómo qué se va? 

 

— Richard me está esperando allí. Es bueno que mi nieto esté apunto de casarse con Akane Nakamura.

 

— Akane, es así como se llama su prometida. — Dije y aunque no era una pregunta sonó como si lo fuera.

 

— Sí. — Afirmó mi abuelo y sonreí con tristeza.

 

— Tomaré un tiempo para pensarlo. Ahora volveré a la fiesta. — Les dije y me levanté. 

 

— Solo contesta a una pregunta. — Me impidió mi abuelo irme y lo miré extrañada. 

 

— ¿Oué pregunta? — Indagué y él se levantó del sillón donde estaba sentado.

 

— ¿Estás saliendo con el nuevo rico? — Su pregunta me resultaba mucho más que extraña. Simplemente sonreí negando.

 

— No. — El señor De Luque asintió entonces con una sonrisa de agrado.

 

— Bien así, Isabella. Abiel Muñez será parte importante en al club que levantaré en asia y no quiero que los negocios y la familia se mezclen.

 

— No te preocupes, abuelo. Abiel y yo solo somos amigos. — Respondí calmándolo y él pareció quedar conforme. 

 

— Es bueno tener personas importantes en este mundo, como los amigos. Ese chico se nota que llegará lejos en la vida. — Divagó y miró luego a Roberto. — Tenemos que hablar, Roberto.

 

— Claro, señor De Luque. — Respondió Roberto y sin más caminé para la puerta, era evidente que quería que me fuera.

 

Caminaba de regreso a la fiesta por unos de los pasillos del club, cuando me encontré con Nicholas Santana.

 

— Isabella. — Me llamó pero opté por seguí caminando pasando por su lado. — Aún me acuerdo de la primera vez que te vi. — Me vi obligada entonces a parar y girarme al tiempo de verlo hacer lo mismo. 

 

— Eras un completo estúpido, venías imponiendo tu ley sobre mí. — Pensé en la primera vez que lo vi en el club. — Cuando quien tenía una amante eras tú.

 

— Yo mencionaba la primera vez que te vi en el hotel de mi familia, trabajando allí como camarera. — Pronunciaron sus labios y se me acercó. Se acordaba de ese momento, sabía entonces que yo era esa insignificante muchacha.

 

— ¿De qué hablas? — Pregunté y Nicholas colocó su mano en mi rostro.

 

— ¿Te has olvidado qué un día trabajaste en uno de los hoteles de mi familia? — Preguntó y retiré mi rostro de su cálida mano.

 

— No sé de que hablas. — Nicholas me agarró del brazo.

 

— Isabella. — Suplicó mi nombre y miré su rostro. Deseaba tanto un abrazo, un beso o una caricia suya.

 

— ¿Ocurre algo? — Escuchamos los dos y Nicholas me soltó mirando detrás de mí.

 

— Tú, nuevo rico, no te metas. — Se dirigió Nicholas a Abiel, quien se acercó a nosotros. 

 

— Abiel, vámonos. — Le pedí poniéndome entre ambos y Nicholas se rió en forma de ataque.

 

— ¿Entonces es verdad qué estás comprometida con él? — Me preguntó mirándome con sus ojos castaños. 

Quería decirle que no, que era mentira pero... No quería que me volviera a hacer daño y que su forma de ser, me arrebatara a mi hija.

 

— Isabella. — Me llamó Abiel y simplemente caminé marchándome.

 

Me senté en la cama y colocando mis codos en mis piernas me incliné adelante, teniendo el corazón encogído. 

 

— Maldito Nicholas. — Pronuncié, nunca le diría que teníamos una hija. — ¿Qué voy a hacer ahora? — Me incorporé echándome en la cama y extendiendo mis brazos agarré el peluche de oso de mi hija. — Patricia, ¿qué hago?

 

— Primero no comerte la cabeza. — Me respondió Abiel y me incorporé dejando en mi regazo el peluche. — E irnos de la fiesta rápido, no era una buena idea. 

 

— No quería seguir allí. 

 

— Entonces demostrarás a Nicholas Santana que sigues enamorada de él. — Se rió de mí al mismo que se sentó a mi lado en la cama. 

 

— Lo malo de ello es que lo sigo estando. — Reconocí agarrando el peluche y me lo acerqué a la cara. 

 

— Tonta. — Abiel colocó su mano en mi cabeza y me quedé mirándolo. 

 

— No pienso volver una vez que nos marchemos. — Dije y Abiel se levantó quitando su mano de mi cabeza. 

 

— Me ibas a ayudar, ¿recuerdas? — Me reclamó. Dejé el peluche en la cama y me levanté. 

 

— Sí, es verdad. 

 

— Saldremos temprano, descansa un rato. — Me recomendó y caminó para la puerta del dormitorio. 

 

— Abiel. — Lo llamé y él se detuvo. 

 

— ¿Si? — Me preguntó y caminé acercándome a él. 



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.04.2021

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