Casada con una Mentira

CAPÍTULO 6

Casi muero de un infarto creyendo que era pez globo que husmea mis pasos, no sería raro en ella, ya que su amor es único por mí. 

No puedo entender a esa mujer. 

Desde que llegue a la pocilga no ha dejado de joderme en todo momento, soy un angelito de dios que no rompe ni un plato, pero ella se ha encargado de sacar mi lado travieso por sus constantes acosos conmigo, y yo, yo disfruto hacerle maldades.

Para mi suerte quien husmea no es mi insoportable custodia, Sor Josefina, sino Serguéi, el amigo del idiota que nos trae malas noticias. 

Hago un puchero de disgusto. No con él, sino por lo que nos comentó.

 — Siento arruinarles el rato. La reunión llegó a su fin. — Comenta — Deben unirse a las demás chicas, antes que sospechen.

— Gracias, amigo, te debo una. Es hora de despedirnos, mi Minions bello.

— Eso creo.

No quiero irme, tampoco, quiero ser descubierta y castigada dándole la oportunidad a pez globo de la victoria. No quiero morir castigada por el tiempo que me queda en el convento, y ganarme una guerra con Anabel.

Le doy un último beso a Aitor para unirme a la diversión de las chicas que disfrutan de la alberca haciendo juegos. Romí se unió antes, la veo haciendo piruetas antes de lanzarse al agua salpicando todo a su alrededor. Hacemos guerra de juegos con las chicas riendo a carcajadas.

Pez globo no puede considerar que estoy en la alberca con las chicas jugando. 

Le sonrió con picardía hundiéndome de cabeza nadando hasta el tobogán para lanzarme. Al salir casi me quedo sin short lo que causo la risa en las chicas ganándose una mala cara de mi parte que acompañe de una carcajada.

Varias chicas se unieron a mi travesía haciendo un gusano gigante para lanzarnos todas juntas para caer dentro de las aguas cristalinas que esperan nuestro aterrizaje. Los chicos, por su parte, se mantienen al margen de nuestro territorio para evitar inconvenientes con las monjas por pedido del padre Cesar.

Siendo las cinco de la tarde nos dan la mala noticia que se nos ha terminado el tiempo de diversión, que es hora de volver a nuestro sitio favorito (sarcasmo) a nuestra flamante pocilga como suelo llamar al convento. 

Todas hicimos caras tristes por tener que volver.

¿Por qué todo lo bueno tiene que terminar pronto?

¿Por qué todo es tan jodido?

— La diversión ha llegado a su fin, se acabó, señoritas. — Menciona Pez globo con una sonrisa gigante en su rostro que me gustaría poder borrar de un soplido. — Les doy cinco minutos para que estén todas listas y en fila en el autobús para volver a casa.

¿Casa?

A eso le llaman, casa.

— Como diga, Sor Josefina — Respondo pasando por su lado con cierta superioridad ante ella. Apenas la guerra inicia y no se la pienso hacer fácil, no cuando amo ganar mis retos. — Vamos, Romí. Equipo rojo no arruinemos nuestra salida, nos costó mucho para ganarla, así que no querrán perderla.

— ¿Cuál salida?

— La que ganamos en la competencia, Sor Josefina. ¿Acaso no sabía? — Digo con cara de inocencia, aunque, por dentro, muero de risa. Disfruto ver el rostro de la monja echando chispas. Chispas no… juegos artificiales por todos lados. Es divertido.  — Ganamos. 

— No. — Contesta tajante.

— Pues ya lo sabe. — Respondo con ironía — En cinco minutos nos tiene en el autobús.

— No te olvides a quién le hablas así, Maciel Miranda.

— No lo hago, Sor Josefina… si me permite… iré a cambiarme para no llegar tarde. Sé que odia los retrasos, y yo hacerla… enojar.

Las chicas tragaron en seco al ver mi comportamiento con pez globo.

Maciel 1 — Pez globo 0

No le tengo miedo a ella y menos a sus amenazas. Sor Josefina sabe que me estoy comportando a la altura como se lo he prometido a la directora del convento Sor Josefa y a Anabel, mi dulce abuela. Es un secreto entre nosotros que la he llamado así. 

Esta monjita odia y le irrita que me esté comportando así, sabe que no puede hacerme nada. No cuando no tiene nada con que atacarme.

Cuento los días para que llegue la mitad de semana para verme con Aitor. Ese chico me tiene loquita. No imagine que ese niño idiota de mamá me pueda gustar tanto. 

Es algo irónico. 

Creí que no volvería a verlo más después de aquella noche que casi me mata de un susto y tuvo la osadía de chantajearme para conseguir su objetivo. Aún me parece un sueño lo que vivo.

 Todas tenemos una sonrisa gigante en los labios por el maravilloso día que acabamos de pasar. 

Sor Josefa nos informa que esta noche nos darán el día libre de oraciones, cosa que agradecimos con un grito de emoción. Al llegar al convento nos esperaba una rica cena de pizza. Mi boca se hizo agua al ver tal delicioso aperitivo.

Al finalizar la cena, cada una lavo sus platos subiendo directo a las habitaciones. Aprovecho para testear un ratito con mi idiota favorito mientras pasan la ronda.




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