Casada con una Mentira

CAPÍTULO 7

Estoy hecha puré por pez globo que mando a parar el autobús para pasar a mi lado a revisarme. Pedro me observa por el retrovisor, pudo notar en mi cara el pánico que tengo. Estoy perdida en estos momentos. Acelera un poco el auto frenando en seco creando una distracción en pez globo para que pueda apagar el aparato.

— Estás loco, Pedro. Pudiste lastimarnos. — Gruñe pez globo. — ¿Acaso olvido manejar?

— Lo siento, Sor Josefina. Me pareció ver visto algo en la carretera. — Menciona — No volverá a pasar.

— Eso espero. La próxima hago que lo despidan.

¡Bruja!

Eso quiero gritarle en estos momentos a pez globo. 

Es irritante. 

Tiene un complejo de superioridad ante los demás que no lo soporto, sin darse cuenta de que es una servidora más, al igual que Pedro, que se ha ganado mi cariño por este acto. No imagine que ese viejito cascarrabias, amargado, e irritante que aparenta ser, es todo lo contrario, es una persona noble y un aliado en los momentos difíciles.

Otra vez suena el móvil, esta vez no es el mío, sino el de alguien más.

— Debo tomar la llamada… tercera vez que suena.

— No demore, Pedro — Dice pez globo con cierto enojo — Pensé que alguna de las chicas tenía algún aparato del infierno. Veo que están aprendiendo las reglas, niñas.

— No. No es el mío — Contesto.

— Esos aparatos están prohibidos, Sor Josefa. — Digo con sarcasmo — Son cosas de Lucifer. Se puede imaginar ver cuerpos desnudos de hombres sexis, son una tentación divina para quemarse uno en llamas.

— Niña del demonio — Menciona echándose la cruz — Haz… silencio o recibirás uno de mis castigos, Miranda.

No quiero uno de sus métodos, no cuando debo ser un ángel puro.

— Como usted diga, Sor Josefina.

Durante todo el camino faltante al convento, o la pocilga, como le digo, fue en un completo silencio. No se escucha ni el sonido del viento arrullador. 

Romí me hace caras de reproche por andar buscando las patas del gato. Me gusta provocar a Sor Josefina, mi amada, pez globo, es tan fácil hacerla enojar. 

Sé que la muy pecadora se le pasó por la mente unos cuantos hombres encuerados, aunque lo niegue. Gustosa la invitaría a ver Magic Mac, la película, pero es una obstinada que me reservo el deleite para mí solita.

Nos hacen pasar a la cocina para la cena, antes hacemos la oración de gracias por los alimentos y luego dan la grandiosa noticia que debemos lavar los platos haciendo que dejemos la cocina limpia para pasar a las habitaciones a dormir como gallinas.

*******

Estoy sentada en un sillón esperando a media noche a mi grandioso novio que decidió citarme en el zoológico de la ciudad cuando sus puertas están cerradas y no entra nadie, ni una mosca se atreve a volar.

La noche es algo fría erizando mi piel, unas manos suaves rozan mi piel cubriéndola apagando el frío en mi cuerpo, susurrándome al oído.

— Siento mucho hacerte esperar, Minions. No es de caballeros, mi amor.

— Cinco minutos más y me regresaba a mi pocilga con intenciones de colgarte cuando te viera de nuevo.

— Qué agresiva. He escuchado que las Minions como tú son peligrosas. Me recuerdas a la película de Calvi “Chiquitico pero Peligroso”. Ya sé que no debo fiarme. — Susurra en mis labios — lista para tu sorpresa.

— ¿Robaremos el zoológico?

— No. No tonta. Entraremos en él.

Lo observo preguntándome: ¿Cómo entraremos?

No veo un acceso para adentrarnos en él. Toma mi mano llevándome a un costado del lugar donde no logro visualizar nada, solo oscuridad y tinieblas.

— Lista para saltar.

— ¿Saltar?

No lo entendía hasta que me toma por las caderas ayudándome a subir por las barandas del zoológico cayendo de culo al piso. Me toma de mi mano adentrándome en un sitio de fantasía que jamás imagine que existía. 

Un mundo mágico. 

Inigualable. 

Es un mundo que apenas empiezo a explorar.

Observo el agua cristalina del estanco acompañada de la comparsa de peces de colores que se mezclan en el fondo. Dos delfines bailan a la luz de la luna sin música. El ritmo lo llevan en sus aletas y colas que se mueven divertidos. 

Sigo mi camino observando una cría de Koalas que duermen como tiernos ángeles.




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